—¿Verdad? —dice, orgullosa—. Soy toda una hembra.
—Qué humildad la tuya.
—Sí, sí, ya lo sé —se acerca y me da un beso en la frente—. Quédate en la habitación, Lin, hasta que vuelva. Y no olvides pedirle a Kate que te cambie las vendas. Si pasa algo, llámame y vendré enseguida.
—¿No vas a decirme