Ambas bajamos del auto, y tocamos el timbre de la casa. Thea sigue absorta en su teléfono, intentando sin éxito que su novio le responda.
Una mujer adulta, de ojos curiosos y una calidez que tranquiliza, nos abre la puerta con una leve sonrisa. Nos observa de arriba a abajo, como tratando de adivin