—Cuidado —sentencio, dejando que mi voz se vuelva helada—. No juegues con fuego, Aisling. Estoy llegando a mi límite, y créeme, no quieres ver las consecuencias desastrosas.
—No me amenaces —me responde con furia—. No tienes derechos sobre mí; los perdiste desde que trajiste a esa mujer aquí. Soy l