Alaric interrumpió el beso en cuanto escuchó los golpes en la puerta, dejando a Aisling agitada y desorientada. Sus mejillas estaban encendidas, los labios hinchados, y su respiración descontrolada.
—¿Quién es? —preguntó él, claramente molesto por la interrupción.
—Soy yo, señor, Gerd —respondió s