Théa había estado buscando cualquier excusa para largarse de esa casa, y la encontró en la reunión de su padre con su tío. La casa er agradable, el clima era asombroso y las vacaciones donde pudiera seguir viendo el avance de su hermana lo era más. Lo que no soportaba era tener que respirar el mismo aire que ese maldito monegasco.

Insoportable y un barbaján de lo peor.

—Será un alivio para mí dejar de ver a exhibicionistas que creen agradable mostrarse por todos lados —escupió con voz clara, hacia su hermana, pero sabiendo que él escuchaba.

Eleazar levantó la vista apenas, sin perder la calma y las ganas de ir a dormir. Otra vez esa mujer inmanejable soltando sus comentarios.

—Nadie te está pidiendo que mires— devolvió sabiendo que ella era la que estaba de más en ese sitio.

El tono la atravesó como un puñal que reavivó la rabia de Théa. Apretó los dientes y se levantó de golpe, caminando hacia él con cada paso cargado de furia.

—No salgo del dormitorio para no verte, señor imb