Anne retrocedió un par de pasos, mirando sus ojos, Felipe entró y miró a todos lados.
—¿Estás sola? —exclamó intrigado, pero parecía que su mirada espiara a todas partes.
Anne lo miró confusa, luego de un segundo, lo comprendió.
—¿Pues, con quién piensas que estoy?
Felipe la miró fijamente, iba a hablar, titubeó.
—Ah, ¿Crees que mi amante está conmigo? —exclamó indignada—. Bien, ¿Por qué no buscas en el cuarto de baño? Busca en el clóset, o en el balcón, ¡Busca debajo de la cama! ¡Eres patético! ¿Quién eres para perseguirme y acosarme?
Preguntó con las manos en su cintura, estaba furiosa.
Felipe temía haberla herido, cuando recordó las palabras de Daniel Higareda, lo dominó la furia.
—¡¿Quién soy?! —exclamó indignado—; ¡Soy tu esposo!
Anne no esperaba tal respuesta, le miró sorprendida.
—¡Eres nada, Felipe! Lo sabes, eso fue nuestro acuerdo, no somos nada, solo un contrato y ya.
—¡Pues no! —espetó desafiante—. Ya no quiero eso, eres mi esposa ante Dios, y ante la ley, ¡Estoy