Al oír esto, la expresión de Mateo se suavizó un poco, pero entonces Lucía añadió:
— Y tú tampoco tienes nada que ver conmigo.
— Ya es muy tarde. Si vas a seguir con esta locura, llamaré al mayordomo para que envíe seguridad.
Mateo intentó hablar de nuevo:
— Luci...
— Contaré hasta tres. Tres, dos...
Lucía sacó su teléfono, ya en la pantalla de marcado. Solo tenía que pulsar el 1 para que el mayordomo apareciera de inmediato.
Mateo, frustrado pero sin opciones, se marchó diciendo:
— Volveré mañana a buscarte.
En la terraza del restaurante cercano, Sofía observaba todo en silencio, su expresión oculta por la oscuridad.
Al día siguiente, apenas amanecía cuando Paula regresó. Lucía se servía un vaso de leche y mordisqueaba un pan cuando oyó el sonido de la cerradura electrónica. Paula entró tarareando alegremente, con un vestido nuevo.
Al ver los sándwiches en la mesa, Paula tomó un trozo y lo saboreó, disfrutando del pan tostado y crujiente. Tomó un segundo trozo.
Lucía, sentada frente a