Capítulo 82
Aquella noche, ella usó la excusa de que no se sentía bien para dormir sola en la habitación de huéspedes. Tenía miedo de que si pasaba un segundo más con ese hombre en la habitación principal, no podría evitar vomitar. Esa noche, era muy oscura. El viento, muy frío. Las lágrimas, no paraban. Al día siguiente, fue a la clínica ginecológica de un hospital de primera clase y se hizo un chequeo completo. Por suerte, no había ningún problema.

Desde entonces, empezó a evitar que Mateo se acercara. Y él, sorprendentemente, no notó nada extraño. Claro, si comía demasiado fuera de casa, ¿cómo se iba a dar cuenta de que en casa no se cocinaba desde hacía mucho?

Lucía: —De verdad me pareces repugnante, así que, ¿puedes mantenerte alejado de mí?

Mateo sintió que el aire se le cortaba, como si alguien le apretara la garganta. En ese instante, ni siquiera se atrevió a mirarla a los ojos. Resulta que ella lo sabía todo… El cielo empezó a soltar una fina llovizna.

El viento frío aullaba, helado y cor
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