Manuel suspiró resignado. —Ya está —dijo apagando el secador.
Paula se pasó la mano por el pelo - tenía que admitir que había quedado suave pero no reseco, bastante bien.
Manuel: —¿Qué tal?
Por primera vez, Paula lo elogió: —Abre una peluquería y me hago cliente fija.
Bostezó y se fue directamente a la cama, se tumbó, rodó un par de veces y se envolvió en la manta.
—Me voy a dormir. Apaga la luz, cierra la puerta y puedes irte. ¡Adiós~!
Manuel pensó: "¡¿Soy tu mayordomo o qué?!", pero obedientemente apagó la luz y cerró la puerta con suavidad.
Paula, ligeramente achispada, se durmió rápidamente en ese estado tan agradable.
Al salir, Manuel miró el vino que quedaba en el decantador y tras pensarlo, se sirvió otra copa. Una tras otra hasta vaciarlo.
Se sentía mareado, con la vista borrosa y el cuerpo ligero, como si fuera a flotar. Sin embargo, su mente seguía lúcida.
Manuel sabía que el alcohol empezaba a hacer efecto. Como era buen vino, la sensación era placentera.
Se tumbó en el sofá