Capítulo 472
Cuando Lucía habló, Daniel volvió bruscamente a la realidad. —¿Ya está, profesor?

—Sí... ya está.

—Gracias.

Daniel volvió a mirar su cintura un par de veces, no con pensamientos indebidos, sino preocupado: ¡estaba demasiado delgada! ¿Acaso no estaba comiendo bien?

Mateo permaneció sentado frente al tocador desde el amanecer hasta el anochecer, y hasta el amanecer del día siguiente. No era que no quisiera dormir, simplemente no podía. Su mente, incansable e incontrolable, revivía el pasado: tanto los momentos dulces y felices como las escenas donde él se había comportado como un miserable. Solo cuando el cielo empezó a iluminarse logró liberarse del pantano de los recuerdos.

A las ocho de la mañana, en plena hora punta, se cambió de ropa y condujo hasta la mejor pastelería de la calle Norte. Un trayecto que normalmente tomaba media hora le llevó una hora entera.

—Buenos días, quiero un milhojas de mango.

La dependienta dudó: —¿Entero o en porciones?

—Entero.

—Tiene suerte, acabamos de h
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