Lucía se dejó caer en el sofá, estirando los brazos hacia atrás con un suspiro de satisfacción.
—¡Qué bien! Ya parece un hogar otra vez.
—¿Cómo no iba a estarlo? —Sergio sonrió—. Tres empleadas limpiando arriba y abajo durante tres horas enteras, con tu madre supervisando personalmente. No dejaron ni un rincón sin limpiar.
Hablando de Carolina...
—¿Eh? ¿Dónde está mamá? —Lucía miró alrededor.
—Hace un momento estaba aquí viendo la televisión, ¿cómo ha desaparecido tan rápido? —se preguntó Sergio.
En ese momento, Carolina salió corriendo del despacho con el teléfono en la mano. Sus mejillas estaban sonrojadas por la emoción y sus ojos brillaban con intensidad.
—¡Es un éxito total! —exclamó con entusiasmo.
—¿Qué cosa? —preguntó Sergio, confundido.
—¿De qué hablas, mamá? —añadió Lucía.
Padre e hija la miraban desconcertados.
Carolina respiró hondo, intentando controlar su emoción: —¡Mi libro! ¡Mi nuevo libro! ¡Se está vendiendo como pan caliente!
Fernando había actuado con rapidez. Despué