—Por supuesto.
—¡Yessica, eres muy amable! —Anya lo recibió y lo puso a un lado, pensando en abrirlo después.
Pero Yessica comentó:
—Es un brazalete de oro puro. Si no te gusta el estilo, puedes cambiarlo en la joyería.
Tatiana exclamó: —¡Vaya, Yessica, qué generosa! Un brazalete de oro puro así de entrada...
Yessica arqueó las cejas con cierto orgullo, aunque respondió con modestia:
—No es nada, ustedes tienen muchas cosas buenas, ¿qué significa esto en comparación?
—Todas somos cuñadas. Si Anya recibe uno, ¿qué hay de Carolina y de mí? —dijo Tatiana, medio en broma, medio en serio—. Ahora que eres gerente del banco y tratas con clientes importantes, seguro entiendes estas cortesías, ¿no?
Yessica no le siguió el juego: —Tatiana, ¿estás diciendo que también quieres uno?
Tatiana mantuvo su sonrisa:
—¿A quién no le gustaría un brazalete de oro? Carolina, ¿tú quieres uno?
Al mencionar a Carolina, tanto Tatiana como Yessica la miraron.
Carolina las observaba sin decir nada.
—Carolina, ¿por