Adiós, querido esposo
Adiós, querido esposo
Por: J.D Anderson
Capítulo Uno: Adiós, ex esposo

—Firma estos papeles —espetó Aaron Greene, su marido, ella arrugó el gesto, confusa, levantó la vista y miró a aquella mujer ahí, tragó saliva la conocía bien del día de la boda, ella estuvo ahí, era la novia a quien ella reemplazó por orden de la difunta Dakota Greene Bermalt, bajó la mirada y tomó el documento, de pronto al leerlo se turbó

«Acuerdo de divorcio» Lana sintió que sus manos temblaban, alzó la vista y lo miró con desconcierto

—Esto es…

—Sí, Lana, esto es el divorcio, me estoy deshaciendo al fin de ti, mi madre está muerta, ayer fue su entierro, pero no pienses que aún te tendré a mi lado, no cuando por fin, puedo estar con la única mujer que amo —Aaron alzó la mano y Lilian Paz tomó la suya, mientras sonreía con un gesto de felicidad absoluta, ella bajó la mirada, pocas veces en su vida había sentido tal sensación de ser humillada, pero debía reconocer, que así era la vida.

Aaron Greene nunca la amó, ella solo entró a su vida como si fuera un polizonte entrando a un barco, irrumpiendo sin consideración, porque Dakota la compró a su madre con la miseria a cuestas, y la obligó a casarse con ese hombre cruel que siempre la detestó, si la boda fue todo un infierno, la luna de miel y el resto de esos tres meses fueron por demás patéticos, incluso si ella se negaba a firmar esa acta de divorcio, él bien podría anular su matrimonio, pues nunca fue la mujer de Aaron Greene

—¿Qué esperas? ¿Por qué no firmas? ¡Firma ya! —exclamó Lilian mientras se atrevía a chasquear sus dedos como si aquello fuera una orden de una reina.

Lana la miró con rabia, sintió un coraje en su alma, odiaba a esa mujer, ella solo era la amante de Aaron Greene, y ahora supo que nunca salió de sus vidas, por eso, sin importar los esfuerzos de Lana, Aaron Greene nunca la quiso

—¿Eso es lo que quieres, Aaron Greene?

Él levantó la mirada y la vio con ojos pequeños

—Sal, Lilian.

—Pero…

—¡Sal! —exclamó Aaron y Lilian tuvo que bajar la vista y tuvo que aceptarlo

Aaron Greene clavó su mirada azul celeste en ella, y Lana sintió que temblaba

—¿Quién te crees que eres para preguntar por mis deseos? —exclamó caminando hacia ella, Lana alzó la vista, y sintió su cercanía, ella tuvo que dar un traspié, para evitar enfrentarlo

—Yo…

—Tú realmente has sido una piedra en mi camino, ¿Lo olvidas? ¿Olvidaste como llegaste a mí? —exclamó como un reproche, ella lo sabía muy bien, pero no era tanto su culpa como la de él, y de su madre

—No soy culpable, ¿Sabe usted como llegué yo aquí?

—¡A mí no me importa! —espetó con rabia—. De ti solo me importa mi libertad, y sí crees que tienes solo una oportunidad para entrometerte entre mis planes, ¡Juro que acabaré contigo! —exclamó con un puño de rabia formado entre sus manos, ella sintió un escalofrío que recorría su piel y lo miró con dolor

—¡Lo sé muy bien! ¡Nadie puede oponerse al señor Aaron Greene! Bien, tampoco pensaba hacerlo, porque para mí este matrimonio ¡También ha sido el peor de los calvarios! Para que lo sepa nunca lo he amado, ¡Yo solo lo toleraba! —gritó como si fuera una loca, como si hubiese al fin recuperado su voz robada

Él abrió los ojos impactados ante sus palabras, esa mujer que siempre creyó invisible ante su mirada, a la que creyó una simple oportunista, sumisa y desapercibida, ahora parecía una fiera liberada, una mujer indomable, sonrió con algo de cinismo

—¡Bravo! —dijo aplaudiendo—. Así que muerta la rabia, ahora por fin sacaste las garras, claro, como mi madre está muerta, ahora sabes que, si no te defiendes con tus propias uñas, nadie más lo hará, ¿Qué quieres para firmar el maldito divorcio? —exclamó furioso, Lana sintió que podía echarse a llorar de miedo, pero tragó saliva y levantó la mirada, sin bajarla ante él, esta vez ya no sería la típica chica sumisa ante sus necesidades, ya no se doblegaría ante él, ni ante nadie, estaba agotada de ser una mujer víctima, a la que vendieron al mejor postor, a la que podían golpear, gritar y maltratar, ¿Por qué solo debía aceptar ese destino? Después de todo, después de Aaron Greene, solo podría tener la libertad, y eso era mejor que respirar el mismo aire que ese hombre

—No quiero nada, de usted no quiero absolutamente nada, ni hoy, ni nunca, pero solo firmaré, si puedo irme de aquí, por mi propio pie, y ser libre de todos y sobre todo de usted.

Aaron arrugó el gesto confuso, no esperaba semejante proposición

—¿Libre de mí? —él lanzó una carcajada que resonó por la habitación—. Tú siempre has sido libre de mí, ¡Jamás te he querido, ni te querré en mi vida! Incluso que te vayas de mi vista para siempre, es lo que más deseo, espero no volver a ver tu rostro de mustia nunca más.

Ella le miró con rabia y asintió despacio

—Sí es así, entonces, no se angustie, señor Greene, que nunca volverá a verme —ella tomó el bolígrafo, y firmó aquella acta de divorcio, él la miró hacerlo, sostenía el bolígrafo con un gran temple, como si nada en la vida le importara más, luego de firmar, dejó el bolígrafo en la mesa

—¿Eso es todo? ¿Puedo largarme de una vez?

Aaron bajó la mirada y de la carpeta tomó un cheque, se lo extendió hacia sus manos

—Toma.

Ella lo tomó

—¿Qué es esto? —preguntó irresoluta, era un millón de euros

—Dinero, no creas que soy tan desgraciado, no quiero que nadie afuera diga que soy un desalmado, y que dejé a mi ex esposa sin dinero y en la calle.

Ella le miró con ojos pequeños, y de pronto hizo una mueca sarcástica que le pareció fría como hielo, sus mejillas eran regordetas y su sonrisa era dulce, como la de una niña, incluso cuando quería tener un aire de malicia, tenía pecas sobre sus mejillas y el cabello de un color pelirrojo casi anaranjado, rizado

—Ser un desalmado es un sinónimo de usted, no podrá escapar de eso, pero déjeme le digo algo, ahora que no somos nada, yo no quiero dinero de usted, no quiero de usted, ni los buenos días —ella rompió el cheque ante sus ojos, sorprendiéndolo

—¡¿Qué haces, niña?! ¡Te has vuelto loca! —exclamó Aaron, observando como lanzaba al suelo los pedazos del cheque

—Sí, usted no lo notó nunca, pero esa soy yo, Lana Randle, la loca —sentenció con mofa—. Pero, está loca, ahora es libre de usted, adiós, querido esposo.

Lana dio la media vuelta, tomó la valija que la propia Lilian le había preparado y salió a toda prisa, escuchando como la mujer le gritaba insultos, diciendo que nunca volviera

«Claro que no quiero volver, claro que nunca jamás quiero volver» mientras Lana caminaba alejándose de los jardines de esa mansión recordaba que, a pesar de todo, mientras vivió ahí, imaginaba que en algún momento su esposo la amaría, que vería a sus hijos crecer y correr en aquellos jardines, que sería feliz, luego de tanto sufrir, pero ahora esos sueños estaban muertos.

Miró por última vez a la ventana del gran salón y se sorprendió de ver que Aaron Greene la miraba irse desde la ventana, pero pronto vio la silueta de Lilian Paz abrazándose a él

—Adiós, Aaron Greene, adiós ex esposo —dijo con voz apagada, mientras se alejaba de ese lugar.

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