4. Cambio de planes

El avión descendía para aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Moscú-Sheremétievo. Sergei Stepanovich se sacudía el sueño y empezaba a alistarse para la salida. El chofer de la empresa debería estar ahí esperándolo afuera. Calculaba que aún se iba a tardar diez o quince minutos en llegar al área de salida de los pasajeros.

Estando ya afuera, se extrañó de la ausencia del chofer. No se veía por ningún lado la oscura limusina que debería estar ahí esperando. Sacó el móvil y telefoneó a Greta, pidiéndole cuentas por el descontrol en los planes y el incumplimiento en los tiempos. Ya él estaba acostumbrado a formular planes y a que tales planes se cumplieran al pie de la letra. Se cumplían o alguien era despedido, esa era la norma. Greta ofreció enviarle otra limusina.

—No, Greta, olvídalo. No quiero otra limusina, voy a tomar un taxi.

Se dirigió hacia el área de taxis y en seguida se le acercó un automóvil del servicio y Sergei lo abordó. Otra vez venía contemplando extasiado la maravillosa vista del diseño urbano de la ciudad. Esas imponentes edificaciones lo hacían conectarse con aquellas teorías que tratan de explicar cómo fueron levantadas las pirámides. Gigantescos bloques del tamaño de una casa, que pesaban varias toneladas, fueron transportados por los egipcios, sin que hasta ahora se haya podido demostrar cómo lo hicieron, pues no tenían maquinarias pesadas que pudieran levantar semejante carga.

El taxista se detiene pues advierte que hay una obstrucción en la vía. Se ven luces y sirenas de ambulancias. Sergei se recuesta y piensa en que esto le va a traer más retrasos. Mira hacia las luces de la ambulancia y logra ver que se trata de un accidente de auto. Parece que un camión aplastó a otro vehículo. Desde el ángulo en que observa Sergei, no se distingue bien el vehículo, pero él se inclina un poco y logra visualizar que es un vehículo color negro, grande y largo, parece una limusina…

Sergei salió corriendo fuera del taxi y logra verificar que el vehículo aplastado tiene la insignia de la empresa. De inmediato, corre hasta una ambulancia en donde ve que llevan un cuerpo. Se trata de Walter, uno de sus choferes, parece que aún está con vida. Intenta verlo de cerca, pero le ordenan apartarse. Solo logró que le dijeran hacia dónde lo transportaban. Vuelve hasta el taxi, entra y le dice al chofer:

—Vamos, rápido, al Hospital Central.

El chofer del taxi logró maniobrar y salir hacia atrás. Luego tomó la autopista donde podía manejar a una mayor velocidad. Condujo siguiendo de cerca a la ambulancia. Sergei no podía dejar de pensar en la familia de Walter, tenía una esposa y una hija pequeña. Nunca llegó a conocerlas, pero llegó a conversar sobre ellas con su chofer en alguna ocasión en que el trayecto se hizo aburrido y monótono. Walter decía que ellas eran su vida, su única familia, que no podía concebir el estar separado de ellas, el ser despojado de ellas. Sergei ni siquiera sabía que podía recordar esas conversaciones, pero vinieron de un solo golpe a su mente en ese momento de emergencia.

La ambulancia llegó al hospital y el taxi de Sergei seguía detrás. Se activaron los controles de emergencia del centro médico y salieron enfermeros que trasladaron al paciente desde la ambulancia hasta una camilla en la rampa. Luego lo condujeron hacia el interior del edificio. Sergei también pasó al interior y llegó hasta el área de espera. Allí se sentó, alerta de cualquier información sobre el estado en que se encontraba su chofer. Decidió llamar a Greta, su secretaria, y notificarle sobre el siniestro para que la empresa conociera lo sucedido al chofer y a la limusina corporativa, y también para que la familia de Walter fuera informada.

Cuarenta minutos estuvo Sergei sentado en aquella sala de espera, cuando escuchó a la recepcionista del hospital decir:

—¿Algún familiar del señor Walter Gólubev?

—Él es mi chofer— respondió Sergei—¿cómo se encuentra él? ¿Es muy grave su estado?

—En unos minutos, él médico tratante, el doctor Semiónov, le dará información sobre el estado en que se encuentra el paciente. Pero queríamos consultar algunos detalles sobre la cobertura de los gastos que va a generar la estadía del paciente en nuestro centro hospitalario. Al parecer, la póliza que reporta el paciente no tiene la cobertura necesaria.

—¿La póliza no tiene la cobertura necesaria?—repitió Sergei extrañado, pero de inmediato reaccionó:—Bueno, eso no importa, aquí tiene mi tarjeta. Por favor, cargue a mi cuenta todos los gastos que genere el paciente.

Luego miró a dos personas, madre e hija, que se acercaron a la recepción a preguntar por Walter Gólubev. El se dirigió a ellas, presentándose:

—Yo soy Sergei Stepanovich. Walter es mi chofer, aunque yo no estaba con él cuando ocurrió el accidente. Estamos esperando por el médico tratante para que nos dé información sobre el estado de Walter. Me dijeron que iba a estar aquí en pocos minutos.

La recepcionista lo interrumpe, señalando con el dedo:

—Miren, allí viene el doctor Semiónov.

Sergei, junto con las dos mujeres, se dirige al médico:

—Hola, disculpe, nos dijeron que usted es el doctor Semiónov.

—Artur Semiónov, para servirle. ¿En qué puedo ayudarle?

—Nosotros somos familiares de Walter Gólubev. Queremos saber cómo está él.

—Bien. Él va a ser transferido a terapia intensiva. Por ahora, sus signos vitales están controlados. Sufrió fractura en tres costillas y varias contusiones, algunas más fuertes que otras, pero que, en general, parecen manejables. Sólo hay un detalle que no está funcionando como debería. Aún le estamos haciendo los exámenes pertinentes, pero quisiera aprovechar para preguntarle a los familiares si el paciente sufre de algún tipo de deficiencia renal.

—Yo soy Tanya, esposa de Walter, y ella es Polina, nuestra hija. Mi esposo, desde su nacimiento, tiene un solo riñón, pero nunca ha tenido ningún tipo de deficiencia renal. Él suele hacerse chequeos regulares, al menos una vez al año.

El médico contesta:

—Esa información es muy importante, porque si ese riñón funcionaba perfectamente, los síntomas que estamos viendo deben estar indicando, e indican sin duda alguna, que su riñón ha sido severamente afectado por el impacto.

Sergei escuchaba con detenimiento lo que el médico decía, pero algo lo distrajo. No daba crédito a lo que sus ojos veían en ese momento: Por uno de los pasillos del hospital, venía entrando Irini Sokolova.

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