11. Salto largo

—¡Suéltame! ¡Maldito infeliz!— se oían los gritos de Olga desde su habitación.

Irini salió corriendo hacia la habitación vecina para socorrer a su amiga en aprietos, su corazón latía a toda prisa. Encontró la puerta cerrada, pero escuchaba los gritos que venían desde dentro. Con desesperación golpeó la puerta.

—¿Qué está pasando ahí? ¡Olga! ¡Abre la puerta!

De pronto, se detuvieron los gritos y la habitación quedó en silencio. A los pocos segundos la puerta se abrió y se asomó su amiga con el rostro descompuesto.

—Irini, discúlpame, es que tuve una pesadilla horrible.

—Ay, Olga..., qué susto me diste.

—Pues yo aún tengo el miedo a flor de piel. ¿No puedo ir a tu cuarto y quedarme allí a dormir contigo?

—¿En esa cama tan pequeña? vamos a estar incómodas las dos.

—Prefiero dormir incómoda que dormir con este miedo tan terrible.

—Bueno... Si te sientes así, entonces vente para mi habitación. No quiero que me despiertes de nuevo con otro grito como ese.

Se fueron las dos a la habitación
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