Ese día se derramó sangre. Se vengó de quienes lo traicionaron.
Pero incluso después de todo, sus amigos seguían muertos. Nada podía traerlos de vuelta.
Aun así, por fin dejó atrás sus rencores.
Pero cuando aparecieron más enemigos y lo rodearon, supo que estaba en problemas.
Luchó con todo lo que tenía, llevándose su cuerpo al límite.
Justo cuando estaba a punto de colapsar y rendirse, alguien llegó—atravesando a sus enemigos como si no fueran nada.
Wyatt se quedó helado. Su corazón dio un vuelco.
Era Dave. Había venido a salvarlo.
—¿Qué haces aquí? ¿Estás loco? —gritó Wyatt, sorprendido y preocupado.
Miró los ojos agudos de Dave, con el rostro manchado de sangre. No podía creer lo hábil y rápido que era ese chico. Apenas tenía dieciséis… y ya era tan fuerte.
—Hoy no vas a morir. No antes de que yo cumpla mi promesa —dijo Dave con calma.
Wyatt parpadeó, sintiendo cómo la sangre bajaba por su frente y le nublaba la vista. Se la limpió… y de repente soltó una carcajada.
Por primer