El día de la boda, William alquiló una isla privada entera, invitando a todos los miembros de la alta sociedad y a personas influyentes de la ciudad. La boda sería transmitida en vivo por televisión.

Tal como lo había prometido, la ceremonia era lujosa y fastuosa.

Mientras tanto, yo estaba en casa, terminando de empacar mis últimas pertenencias.

Después de cinco años con William, tenía tan pocas cosas propias que cabían fácilmente en una sola maleta.

Justo antes de irme, William me llamó.

—Mi amor, ¿estás lista? Ya debe estar llegando la persona que te va a buscar. ¡Estoy ansioso por verte!

Yo también estaba deseando salir de allí.

Ansiaba dejar esta ciudad atrás y desaparecer de su vida para siempre.

Para evitar a la gente que William había enviado, salí por la puerta trasera del edificio.

Sin que nadie me notara, subí al auto que me llevaría al aeropuerto.

Justo antes de que despegara el avión, le envié a William la foto del certificado de matrimonio que alguien había encontrado en las redes sociales.

Luego eliminé y bloqueé todos los contactos de William y de Carolina, y me subí al avión que me alejaría de todo.

***

En la isla, William, vestido con un traje de diseñador, mostraba una expresión llena de expectación.

Ante la mirada atenta de los invitados, el presentador anunció con voz potente:

—¡Y ahora, demos la bienvenida a la novia!

Pero no apareció nadie.

La sonrisa de William se congeló en su rostro.

En ese momento, la persona que había enviado a buscarme llegó corriendo, visiblemente agitada.

—Lo siento, señor Jones. Parece que la señorita Harper ha desaparecido.

—Solo encontramos esto.

Le entregaron un informe.

William tomó el papel y sus pupilas se dilataron al instante.

Era un informe de aborto.

El documento mostraba claramente mi nombre y la fecha de la cirugía.

Y en el reverso, una sola frase ponía fin a nuestra historia:

“William, adiós para siempre.”