Capítulo 4
Los días siguientes los dediqué a organizar el funeral de mi madre. Finalmente, la enterré en el cementerio cercano a casa.

Ella era mi último familiar en este mundo. Con su partida, ya no me quedaba ningún apego a esta ciudad.

Al salir del cementerio, tomé un taxi directo al hospital.

Hoy era el día de mi aborto programado.

Justo antes de entrar en el quirófano, eché un último vistazo al móvil.

William, que supuestamente estaba de viaje de negocios, no había vuelto a casa.

Pero, sin falta, me enviaba mensajes para mantenerme al tanto de sus actividades.

“Recién terminé la reunión. Creo que vamos a cerrar este acuerdo. Si todo sale bien, te compraré un collar.”

—Este viaje es agotador, cariño. Recuerda descansar y cuidarte mucho, a ti y a nuestro bebé.

Mientras tanto, Carolina inundaba las redes sociales con fotos de sus vacaciones juntos.

Juntos en la playa, William escribía sus nombres en la arena, rodeados de un enorme corazón.

Juntos subiendo la montaña, William la agarraba firmemente de la mano y, al llegar a la cima, le declaraba su amor a gritos.

Juntos de compras, William le compraba ropa y joyas sin parar, para luego enviarlo todo a su casa.

***

No respondí a ninguno de los mensajes de William.

Después de la cirugía, acaricié mi vientre, sintiendo un vacío inmenso.

Allí había estado creciendo una vida, y ahora ya no quedaba nada.

Pero sabía que era la mejor decisión para mí y para ese bebé.

No quería que mi hijo fuera un bastardo.

Mucho menos que tuviera un padre irresponsable.

Al salir del quirófano, William me había enviado un nuevo mensaje.

“¡Cerré el trato! ¡Mi amor, te tengo un regalo! Te espero la semana que viene.”

“¿Qué te parece si volvemos a casarnos el próximo sábado? Invitemos a tu mamá para que nos acompañe. ¡Te prometo que serás la novia más feliz del mundo!”

Me mandó una foto de dos anillos de diamantes preciosos en una caja de terciopelo.

Había fantaseado miles de veces con el momento en que me pusiera el anillo de compromiso. Con solo imaginarlo, mi corazón se llenaba de emoción y felicidad.

Pero ahora, mi corazón estaba en calma.

Incluso sentía asco.

Revisé la confirmación de mi vuelo.

El próximo sábado, justo el día de mi partida.

Así que le respondí:

“Está bien.”

“También te tengo una sorpresa.”
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