(Punto de vista de William)
William estaba parado frente a la tumba, empapado por la lluvia torrencial.
Recién ahora entendía la magnitud de su error. Después de la boda en la que había abandonado a Diana, la señora Harper había muerto tras una crisis provocada por la ira.
¿Qué demonios había hecho?
William apretaba los puños con tanta fuerza que las uñas casi se clavaban en la carne.
Los muertos no resucitan. Al final, solo pudo arrodillarse frente a la lápida y murmurar, consumido por el dolor:
—Lo siento, señora Harper... Lo siento, Diana...
El mayordomo, con un paraguas en la mano, dudó por un instante antes de acercarse y susurrarle al oído:
—Perdón por interrumpir, señor Jones, pero el Grupo Aston nos está atacando. Nuestras acciones se están desplomando.
William se sobresaltó. De repente, su mente confusa se aclaró.
Sabía que esto era obra de los padres de Carolina.
Al rechazarla públicamente en la boda, la había convertido en el hazmerreír de toda Ciudad Almaris.
Esa pareja era