—¿Te parece si vamos a almorzar a algún lugar? —preguntó Alex sin dejar de mover mis manos con las suyas al ritmo de la música.
—Pero…
—Aceptaste un postre, ¿por qué no también un almuerzo? —replicó e hizo un puchero, para después añadir—: además, ni siquiera el postre nos hemos comido.
Suspiré y asentí con la cabeza.
—Una calle más abajo hay un restaurante muy bueno, solíamos ir en familia hace un par de años —repuso y su voz se fue apagando.
El temor volvió a apoderarse de mí, no podíamos ir a ese lugar, estaba justo a un costado de la panadería de Matt.
—Emm… ¿podemos ir a otro lugar? —inquirí nerviosa y modulando mi voz para no sonar intranquila.
—¿Qué suce