—Por fin llegamos —musité con voz entrecortada y me sostuve de la puerta porque mis piernas ya estaban débiles—. Pensé que nunca lo lograríamos.
—Yo igual, pero era eso o enfrentarnos a la verdad —repuso al instante entre jadeos—. Estuvimos así. —Hizo un gesto con sus dedos índice y pulgar.
Asentí y traté de calmarme un poco, ya estábamos lejos de la vista de Alex y de Matt, pero aún me sentía nerviosa por lo que pudo haber sucedido. Respiré largamente y masajeé mi sien con una mano para quitar un poco el dolor de cabeza que me había empezado a acechar.
—¿Crees que Alex se lo creyó? —cuestioné en un hilo de voz.
Ella me miró y se encogió un poco de hombros.
—Quizás, digo, un malestar estomacal le da a cualquiera; pero… &iques