No era ciega. Simplemente era Tyler. Y normalmente, cuando veía a mujeres salir de él, solo las veía con ojos soñadores. Nunca había visto una escena de acción real.
El beso se prolongó. La mano de Tyler, que Lexi nunca había notado que fuera tan grande ni que pareciera tan fuerte, estaba sobre el trasero de la mujer, sujetándola en el lugar perfecto para que él...
Pero sin duda eso estaba rompiendo los lazos de amistad. Seguramente no debería imaginar qué hacía con esa parte de su cuerpo. Sobre todo qué los hacía a ambos emitir esos sonidos. Y Lexi se sintió como si la hubieran grabado en piedra, convertida en una estatua de asombro absurdo, justo ahí fuera de su casa. Porque no podía moverse. No podía coger su bolso y escabullirse avergonzada para esconderse a la vuelta de la esquina, al menos, hasta que esto terminara. De una forma u otra.
La vergüenza era tan grande que sintió que todo su cuerpo se calentaba, y una especie de derretimiento la recorrió por completo, como si se ext