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—Entonces hagamos las paces, Alejandro. Por favor —añadió Javier.

—Si eso hace feliz a Lucía, dejaré de pelear.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía respirar sin preocupaciones. —Me haría inmensamente feliz. Ya hay suficientes problemas para todos. Se levantó y se acercó a su hermano para abrazarlo. Sintió un gran alivio.

—No puedo creer que vaya a ser tío —murmuró Alejandro al oído de ella, abrazándola con fuerza, sin soltarla—. Lo que necesites —dijo Alejandro, dando un paso atrás, pero sin soltarla de los hombros—. Solo avísame.

—Claro que sí. Lo haré.

—En cuanto a ti —dijo Alejandro, extendiendo la mano para estrechar la de Javier—. La verdad es que no pensé que llegaría este día. Será bueno dejarlo atrás.

Javier sonrió. —Ya era hora.

Lucía salió primero de la oficina de Alejandro. «No esperaba empezar el día así», murmuró Lucía a Javier en el pasillo. Un problema enorme se había resuelto, aunque había surgido otro: Aiden.

«¿Podemos hablar?», preguntó él.

Sus compañe
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