Alejandro exhaló con exasperación. —Esto es una tontería. Nadie va a creer que tú y yo podamos hablar. Sobre todo Lucía. —La señaló—. Mira. Lo sé todo. ¿Cómo es posible que estés embarazada y no me lo hayas dicho? ¿Tu propio hermano? ¿Y Javier es el padre? No sé ni por dónde empezar. Es como una pesadilla.
Javier se puso de pie y le tomó el codo a Lucía. —Tenía que decírselo. Lo siento.
Ella cerró los ojos y negó con la cabeza, respirando hondo por la nariz. El hecho de que hubiera tenido el valor de contárselo sin duda le daba cierta credibilidad. —Teníamos que decírselo tarde o temprano. No puedo creer que hayas venido aquí para esto y que al mismo tiempo no me quisieras aquí.
—Bueno, eso no es todo —dijo Alejandro.
Javier se giró rápidamente hacia Alejandro, y aunque Lucía no podía verles la cara directamente, supo que estaban teniendo una conversación sin palabras.
—¿Alguien me puede decir qué están haciendo? —preguntó Lucía—. No me voy hasta que alguno de ustedes me lo cuente.
—