Rachel era su mayor aliada en BenTel y, si era sincera, la única mujer con la que se divertía, como salir a tomar algo.
El teléfono de Rachel pareció sonar eternamente. —¿Lucia? ¿Me llamas desde tu móvil? ¿Por qué no bajaste a mi despacho?
—Estoy en casa. ¿Puedes hablar sin que nadie oiga?
—Dos segundos. Déjame cerrar la puerta del despacho. —Se oyó un crujido al otro lado de la línea—. Vale, habla. Espera. ¿Has sabido algo de ya-sabes-quién?
—No. —Lucia se frotó la cabeza. Menos mal que había comprado analgésicos—. Estoy embarazada. —No hubo respuesta. —¿Rachel? ¿Estás ahí?
—Te vi hace dos horas. ¿Qué demonios pasó después de que tirara la magdalena de arándanos?
“No fue hasta que mencionaste lo del síndrome premenstrual que me di cuenta de que se me había retrasado la regla. Así que llegué a casa y me hice una prueba de embarazo.”
“¿Por qué no me lo dijiste? Podría haber ido contigo.”
“Porque estaba segura de que era una tontería, por eso.” Era peor que una tontería. Si no lo hubier