La prenda cayó al suelo y ella le devolvió una mirada seductora, con los ojos profundos, cálidos y deseosos. «Te has adelantado mucho».
Claro que sí. Y lo volvería a hacer sin pensarlo dos veces. La sujetó por los hombros y la atrajo hacia sí, rodeándola con los brazos. Ella estiró el cuello y él la besó con pasión. Le acarició un pecho; la tela sedosa del sujetador rozó su palma mientras ella se tensaba bajo su tacto, con el pezón erecto. Sus lenguas se enredaron y Lucía se incorporó, girándose entre sus brazos. Él se quitó la chaqueta y la corbata mientras ella le desabrochaba el cinturón y le bajaba la cremallera del pantalón con rapidez. Se despojó del resto de la ropa con una mano mientras la mantenía lo más cerca posible con la otra.
Tampoco iba a soltar el beso; ella había dejado de lado la dulzura para dar paso a una intensidad que él no podía ignorar. Con un chasquido, le desabrochó el sujetador, sin molestarse en la seducción de quitárselo con delicadeza. Le acarició los pec