Terminaron de comer en silencio. Verla lamerse los dedos casi lo mata. Pronto Lucía anunció que estaba lista para volver a la cama. Ambos se levantaron y ella se puso la bata, pero ninguno hizo ademán de irse. La tensión sexual crecía y crepitaba entre ellos. Si hubiera sido cualquier otro hombre, en cualquier otra situación, Lucía habría iniciado un beso. Pero el hecho de no entender qué tramaba realmente y el fantasma de Javier del pasado la frenaron. A los chicos les gusta perseguir.
Confundida, avergonzada y enfadada consigo misma por actuar como una debutante de los años 50, se giró bruscamente. "Buenas noches, Javier", dijo.
Él la agarró del brazo para impedir que se fuera, y cuando ella se giró, le puso las manos en los hombros, esperando a ver si reaccionaba, quizás si le daba una bofetada. Se lo merecía después de lo que le había dicho esa noche.
Tenía los ojos pesados y despeinada por el sueño, con su cabello espeso y brillante recogido en un moño despeinado. "¿Qué haces?