Habían pasado tres días desde que Kevin se había marchado a Boston.
Le extrañaba cada día, y ya no tenía miedo, pues sabía que a pesar de todo él me quería.
Caminé hacia la cabina de teléfono de la calle principal con nerviosismo, recordando la conversación que había tenido con Ivanov la noche en la que Kevin se marchó:
Me encontraba en la puerta del hotel, mientras Ivanov me cortaba el paso, para que no pudiese marcharme.