CAPÍTULO 87. Una bestia herida

Elliot caminaba dentro de aquella habitación como si fuera una fiera en una jaula demasiado pequeña, a punto de rugirle a los barrotes o en su caso, a las ventanas y a las puertas. Se sentía mezquino, pequeño y estúpido, porque nunca había entendido el grado de sufrimiento al que Kali pretendía escapar cuando se había metido en su cama hacía casi un año.

Pero todo aquello estaba a punto de verlo en vivo y en directo, magnificado por la cámara del periodista, que llegó justo a tiempo para alcanzar a Kali siendo echada de la casa de su familia.

Jackson había sido corresponsal de guerra, estaba acostumbrado a ver horrores, pero al menos en una zona de guerra el cerebro podía justificarlos. La vio apretar los labios y apoyarse en el muro exterior de la casa para sostenerse en pie. Tenía el agotamiento reflejado en el rostro, pero cuando subió la mirada y lo vio a él con aquella cámara al hombro, toda la fuerza pareció regresar a ella.

Enfrentar las calles de Vrindavan descalza, con ham
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