un rostro que parece muy familiar
—Stella, ¿No quieres contarme lo que pasó allá?

Stella seca las lágrimas que lograron escaparse de sus ojos y sorbe por la nariz antes de poder responder sin que su voz se quiebre.

—No es necesario.

—Amiga, te ves triste. Me preocupas.

—¿triste yo? ¡Nada que ver!

—Stella, siempre es necesario desahogarse, de lo contrario, puedes enfermar.

—¡Qué va! No me voy a enfermar por algo como lo que acaba de pasar. Además, en este momento lo menos que necesito son oídos que me escuchen. Lo único que realmente preciso es de media hora de práctica en el campo de tiro.

—No puedes descargar tu rabia contra un papel de blanco de tiro.

—¿Quién dice que no? —sonrie con tal malicia, que por un momento, Erica creyó ver un centelleo en los ojos de Stella.

—Eso no es sano, amiga.

—Quizás, pero sin duda alguna es mejor opción descargar las municiones de mi armamento en quién tengo en mente... ¿no crees?

Erica no necesitó de más referencias para entender de lo que hablaba Stella. También descubrio lo rencor
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