AMOR POR CONTRATO
AMOR POR CONTRATO
Por: Yana
Un amor que terminó antes de empezar.

LOS ANGELES, CALIFORNIA.

VERANO DE 1985.

Stella Camacho es una joven muchacha de veinticinco años de edad, notablemente hermosa, alegre, carismática y con un gran sentido de la justicia. Este último lo tiene tan marcado que hace unos pocos meses atrás, justo después de titularse como licenciada en contaduría, decidió dejar su profesión de lado para unirse a la fuerza policial local. Por supuesto, recibió muchas criticas y hasta consejos que nunca solicitó, y aunque los escucho a todos, se mantuvo firme en su decisión.

No fue un paso facil de dar, y mucho menos el adaptarse a las exigencias de su nueva vida. Aún así, ella intentaba no darle demasiada importancia a los cambios. Ni siquiera al hecho de que su compañero se aprovecha de su condición de novata para dejarle todo el trabajo.

Por supuesto que la situación le molesta. Pero, ¿Qué otra cosa puede hacer desde su posición?, como ella lo ve, su única opción es cumplir con la orden y en silencio.

—¡Vaya!, eso sí que es tener las ojeras bien marcadas. —soltó Elías tan burlón como de costumbre señalando sin discreción la sombra que se ve bajo los ojos de Stella.

—¡Idiota! —murmuro ella con todo su mal humor a flor de piel después fulminarlo con la mirada.

—Me pareció escuchar un insulto.

—¡Jamas!... —dijo haciéndose la desentendida— pero no acepto tus críticas cuando es gracias a ti que aún no ha terminado mi turno.

—¿Gracias a mi? ¿Por qué?... Yo solo te pedí que me cubrieras pero eso no significaba que tenías que quedarte toda la noche revisando este montón de cintas —poza su mano sobre la pila de cintas de video que están dentro de una caja sobre el escritorio de Stella — ¿Cuántas te faltan para terminar?

—Ya las ví todas. —bosteza.

—¡Genial!... ¿Y? ¿Encontraste algo que sirva para exonerar al hijo del Sargento?

Stella aparta la mano de Elías de la caja y toma la cinta de video que dejó de primera.

—Mmm... Creo que está tiene algo que podría ayudar, no sé si sirva para exonerarlo, pero le quita mucha responsabilidad, y tal vez el fiscal pueda usarlo para conseguir un buen trato —se levanta de su silla y alisa un poco su uniforme con la mano— No se lo he podido entregar al capitán porque ha estado encerrado en su oficina desde que llego —suspira pasando una mano por su cabeza— solo espero que no tarde mucho más en salir de allí porque enserio quiero irme a mi departamento.

—¡Ash!, por eso no me gustan los novatos —se acomoda frente a su escritorio esforzándose por no mostrarse interesado en la cinta está dentro de una bolsa transparente rotulada con la palabra evidencia y que Stella sostiene en su mano como si fuera algo muy valioso.

Y es que esa cinta de video representa para él, un cupón para conseguir el favor de su Sargento ya que estaría proporcionando pruebas para demostrar la supuesta inocencia de su hijo.

—¿Y ahora que hice mal?

—Bueno, no es como si pudieras ir directo con el capitán. ¿Olvidas que debes respetar la cadena de mando?

—Pero el Sargento está fuera del caso.

—Lo sé. Por es a mi a quien debes entregarle la evidencia. Soy el siguiente en línea jerárquica para ti. Te aseguro que esto es un fastidio para mí porque se siente como trabajar el doble, aún así debo hacerlo —extiende su mano con las palmas hacia arriba a la espera de la cinta.

Stella no muy confiada se ve obligada a entregarle la evidencia a su compañero.

—Bien. Ya te puedes ir.

—Pero...

—Ve tranquila. Necesitas descansar.

—¿Tú crees? —suelta ella con su voz teñida en ironia.

—Por supuesto. Es más, no te lo vayas a tomar a mal, pero nunca voy a entender porque el capitán no pudo asignarme a un compañero más experimentando, porque si, es cierto que tú intentas hacer bien tu trabajo, pero sinceramente, yo no te veo madera para esta carrera —la mira como si pudiera escanearla desde adentro— te falta como un no sé que...

—¿Se puede Explicar?

—La verdad no. Pero si te puedo dar un consejo, y gratis.

—¿Já?

— ¡Así es! —Stella lo mira atenta—, vete Stella. Ejerce tu profesión. Creeme cuando te digo que eso es lo mejor para ti porque te aseguro que no se te va a ser muy fácil ascender de rango.

—¿Por qué soy mujer?

—¡Nah!... eso no tiene nada que ver...

—¿Entonces?

—Quizá lo descubras con la experiencia... —se encoge de hombros.

Ante el comentario, Stella se sintió molesta, incluso, ofendida, pero Elías no solo es su compañero, sino que también es su superior y el agente más condecorado de la estación. Ella no dijo nada para defenderse, solo inhaló profundo, forzó sus labios a formar una sonrisa, que para Noah se vió como una extraña mueca, y agarró la chaqueta que colgaba del espaldar de su silla

— Sabe quién lo va a volver a cubrir con el capitán cuando le surja otra "emergencia", ¿Verdad?

—Obvio... Tú. Siempre tendrás que obedecerme porque soy tu superior. Eso nunca va a cambiar—Elias arroja la cinta de video encima de una fila de papeles que están en su escritorio desde hace días.

—Quizá sea cierto, aunque uno nunca sabe las vueltas que puede dar la vida...

—¿Qué?... Acaso aspiras conseguir ascender a Sargento antes que yo —termina la oración en una carcajada que llama la atención de todos sus compañeros— lo siento, lo siento... No me hagan caso y solo vuelvan a su trabajo —dice agitando sus manos antes de volver su atención a Jane— bien por ti. Es bueno soñar a lo grande... Nada más no te decepciones cuando choques con la realidad —agrega muy seguro y conservando su tono de burla.

Cansada, frustrada y muy malhumorada, Stella

decide callar y dar por terminada la conversación; amarra su cabello con un elástico, toma su chaqueta y se encamina en dirección a la salida después de echar su bolso al hombro sin tomarse la molestia de despedirse de Elías.

[...]

Después de salir del trabajo Stella estaba tan molesta que no se fue directo a su departamento. Si, ella sabía que debía descansar, pero en su interior sentía que lo que más necesitaba en este momento es ir a ver a la única persona que le ayudaba a encontrar la paz, Nathaniel, su mejor amigo, y en secreto, el hombre del que ella ha estado enamorada desde siempre.

Así que sin pensarlo demasiado, manejó por una hora y quince minutos para finalmente llegar a un pequeño bar en un pueblo bastante pintoresco.

Estacionó su auto frente al local, apagó el motor antes de tomar su bolso y salió del vehículo llamando la atención de todos gracias al uniforme que aún cargaba puesto.

Camino sin mirar a su alrededor, igual no era necesario pues conocía muy bien la zona pues allí fue allí donde ella pasó gran parte de su vida.

—Stella... ¿Hace cuánto volviste? —habla animadamente un hombre apenas la ve atravesar la puerta del bar que, por la hora, está cerrado al público.

Stella reconoce la voz, y una vez sus ojos ubican al dueño de la misma, corre hacia a él como chiquilla que necesita consuelo.

Nathaniel le sonrie con dulzura al tiempo que abre sus brazos para recibirla como siempre, con un cálido abrazo que huele a hogar.

—Acabo de llegar al pueblo —musita con voz chiquita.

— ¿Y está es tu primera parada?... me halagas —sonrie ampliamente aunque ella no lo puede apreciar ya que la cara de Stella está hundida en el pecho de su mejor amigo.

—En realidad, está será mi única parada. Necesito regresar temprano porque no he dormido y me cambiaron el turno para la noche... Así que hoy tengo guardia.

—¿No irás a ver a tu tía?

—No. Lo dejaré para la próxima vez.

Nathaniel agarra a Stella por los hombros y la separa de su cuerpo.

—ok. Ahora me puedes explicar cómo fue que se te ocurrió la brillante idea de manejar por más de una hora sin detenerte a dormir un poco.

—No me regañes —hace un puchero—Tu mamá me llamo ayer, me dijo que te quedarás aquí un mes y aunque quise venir de inmediato, no pude, ya era muy tarde para poder venir y regresar con suficiente tiempo para ir al trabajo.

—Cualquiera diría que me extrañaste —rie.

—¿Tú no?... han pasado casi tres meses desde la última vez que pudimos reunirnos.

—Claro que te extrañe, mocosa.

—¡Oye!

—Ahora dime la verdad... ¿Qué te hizo Elias ahora?

—No menciones el nombre de ese imbécil que me arruinas el humor —pide con voz chiquita mientras vuelve a hundir su cara en el pecho de él.

Nathaniel es como treinta centímetros más alto que ella, aparte de que le dobla el peso, así que para él no es muy difícil alzarla en volandas y girar con ella hasta robar sus carcajadas.

—Bájame bájame bájame.

—¿Por qué?... viniste a calmar tu enojo, ¿o no?

—Si si. Y ya lo hice —aferra sus manos a su camisa— Ya estoy mejor. Ya toda mi ira se fue.

—¿En serio? —cuestiona sin dejar de girar.

—Siiiii... Solo bájame que me voy a marear.

—Esta bien.

Nathaniel se detiene, con mucho cuidado permite que los pies de Stella toquen el suelo y ambos se quedan mirando como si pudieran leer los pensamientos del otro.

—¿Cuándo van hacer oficial su romance? —pregunta una voz femenina detrás de ellos tomando los por sorpresa a ambos.

Es Elvira, la hermana menor de Nathaniel.

—¡Qué solo somos amigos! —responden al unisono Stella y Nathaniel marcando distancia entre los dos.

—Si, claro. Amigo es el ratón del queso, y sin embargo se lo come.

Stella se echa a reír después de escuchar aquel refrán y Nathaniel solo se cruza de brazos mientras clava una mirada letal a su hermana.

—Deberias dejar de juntarte con todos los ancianitos del pueblo... —habla Stella entre risas.

—Muy difícil no hacerlo cuando debo cuidar de ellos.

— Si... —ambas caminan en dirección a la otra y se abrazan una vez están lo suficientemente cerca— ¿Este año si te gradúas?

Elvira achica los ojos después de oír la pregunta de Stella, finge un gesto de molestia para unos segundos después sustituirla por una amplia sonrisa acompañada de una palmada en el brazo de su amiga.

—Si. Definitivamente este año es mi año. Nada va a impedir que está vez si logre conseguir el título de licenciada en enfermería —suelta Elvira muy segura y determinada.

—¡Genial! —ambas chillan luego de compartir miradas cargas de complicidad.

—Bueno bueno —Nathaniel se mete en el medio de las dos y separa sus manos.

—Ve a jugar con tus abuelitos y deja a mi amiga en paz.

—Yo hago lo que se me da la gana —le voltea los ojos y vuelve agarrar la mano de Stella—además, yo también quiero pasar el rato con mi cuñada.

—¿¡Vas a seguir!? —exclaman tanto Stella como Nathaniel.

—Okay... Ya no lo dire más...

—Bien. —Nathaniel se da media vuelta con intención de retomar lo que hacía antes de que llegara Stella: apilar las sillas en un rincón— si te vas a quedar tienes que ayudarme a limpiar el bar.

—Esta bien —responde Stella creyendo que la orden es para ella.

—Le hablaba a Elvira.

—Igual te voy a ayudar.

—Tú solo quédate por allá —Nathaniel señala hacia los taburetes que están frente a la barra.

—¿Por qué yo tengo que ayudar y Stella no?

—Ella no tiene porqué hacerlo —responde Nathaniel como si nada.

—¿Por qué no? —Protesta Elvira.

—Porque ella vino hasta aquí solo para verme a mi —Le saca la lengua tan infantil como su actitud—me extrañó tanto que manejo sin haber dormido nada desde ayer.

—Bueno, tampoco es que no dormí nada. Te aseguro que cerré mis ojos un par de minutos —se apresura a agregar sin poder evitar que su cara tome un tono bastante rojizo.

—Después dicen que son solo amigos —susurra Elvira antes de agarrar un pañito para limpiar las mesas de madera vieja.

—Habla en voz alta y clara que no te escuchamos... —le reta Stella sabiendo perfectamente lo que había dicho su amiga.

—Yo no dije nada —se encoge de hombros y empieza con su tarea.

—Jumm...

[...]

Stella pasó gran parte de la mañana ayudando a Nathaniel y a Elvira a limpiar el bar. No fue hasta el mediodia, cuando sus estómagos comenzaron a rugir por el hambre, que subieron a la casa de los Smith.

La mamá de Nathaniel estaba encantada con la llegada sorpresiva de Stella. En secreto, la señora estaba agusto con la idea de que en algún momento su hijo tendría el valor de confesarse y finalmente formar una familia con la joven que llegó a la vida de Josh cuando esté tenía tan solo diez años de edad.

Cómo el almuerzo ya estaba listo y servido, todos pasaron directo a la mesa y comenzaron a comer en silencio hasta que el padre de Nathaniel decidió romper el hielo con una pregunta que picaba en la punta de su lengua:

—¿Y cómo te va en la estación? —le da un sorbo a su jugo.

—Bien... —contestó Stella.

—Su compañero es un idiota —agrega Nathaniel haciendo que Stella le golpeé con el codo en el costado por chismoso.

—Eso escuche de Carl. Y por eso mismo te dije que el cuerpo policial no es para chicas... Menos para las que son tan bonitas como tú.

El señor Johnson es un oficial retirado así que de vez en cuando se contacta con Carl, el capitán de Stella, y le saca un poco de información sobre el desenvolvimiento de la chica en la estación.

—Papá... —dice Nathaniel llamando la atención de su padre.

—¿Qué? Yo solo digo que quizá él tipo solo la trata mal para complicarle la vida y luego, ¡Zas! —choca sus manos—le ofrece llevar la fiesta en paz solo si se mete bajo sus sábanas.

Nathaniel se toma a mal el comentario de su padre y deja de comer. Entre tanto, Elvira escupe toda su comida sobre la mesa al no poder aguantar las carcajadas y la señora Johnson solo niega con su cabeza.

—Viejo, ya no son los años cincuenta. Las mujeres tenemos más libertades y derechos que en tus tiempos. —expresa Elvira una vez se compone.

—Si, claro.

Stella se reserva su opinión, termina el contenido de su plato y se limpia con la servilleta de tela antes de ponerse de pie.

—Como siempre, estuvo muy rica la comida, muchas gracias, señora Johnson.

—Hay postre —le hace saber con voz dulce.

—Gracias, pero me temo que ya debo volver. Hoy tengo guardia en la noche y necesito descansar.

—¿Ya te vas? ¿Por qué no duermes un poco?, te hará bien descansar antes de volver a sentarte tras el volante. —habla está vez Nathaniel intentando ocultar su descontento por la temprana partida de su amiga.

Stella lo mira unos segundos, se sonroja y asiente tímida.

—Llevala a la habitación de tu hermana, Hijo—dice la señora Johnson.

—¿Por qué a la mía? ¿y la de invitados?—protesta Elvira pero su madre sabe que algo se trae.

—Bueno bueno... Que descanse en tu habitación, Nathaniel —ordena su padre— pero dejan la puerta abierta.

Elvira sonríe victoriosa y es así como su madre entiende cual era la intención oculta de su protesta pues Elvira sabe que la habitación de invitados está abarrotada con la mercancía nueva del bar.

—¡Ay, papá! Ya son unos adultos como para que insistas con esa regla absurda.

—Porque son adultos es que la regla se mantiene. Si van a explorar sus cuerpos no será bajo mi techo.

Stella se pone más roja que un tomate maduro y Nathaniel se ahoga con la saliva hasta el punto de toser. Elvira vuelve a estallar en una sonora carcajada y la señora Johnson se limita a negar divertida luego de cubrir su cara avergonzada con su mano.

—Papá... Te hemos dicho un millón de veces que Stella y yo no somos pareja, somos amigos...

—¿Y qué? Yo también fui amigo de tu mamá y mira en que resultó —se encoge de hombros.

—O sea, ¿te arrepientes? —replica la señora Johnson con la indignación casi palpable.

—Nooooo... Yo no dije eso. —se defiende— yo solo digo que es más que obvio que ellos dos se gustan, y desde hace años... Deberían tomarnos de ejemplo y dejarse de pendejadas.

Stella se queda pensativa unos segundos y cuando abre su boca con la intención de decir algo pero Nathaniel se le adelanta.

—Viejo, tu siempre dices lo mismo.

—Niegalo aquí, ahora y delante de ella.

Nathaniel mira a Stella, antes de comenzar a sentir como el sudor corre por su frente y su voz pierde potencia.

—Yo... Yo. Yo ya tengo novia y me voy a casar con ella tan pronto como decidamos una fecha... —suspira llevando su mirada al suelo— por eso es que me he tomado un mes para venir aquí, para preparar todo. Para que ustedes conozcan a Sofia y celebrar la fiesta de compromiso.

Stella siente como su corazón se parte en mil pedazos y sus ojos amenazan con inundarse en lágrimas, pero respira suave, se obliga a sonreír y se abalanza contra su mejor amigo en un abrazo fuerte.

—¡Enhorabuena!... te felicito, Nathaniel.

—Stella... —susurra Nathaniel con su voz quebrada y aunque quiere corresponderle al abrazo, sus brazos se niegan a rodear la cintura de la mujer que mantuvo a su lado como amiga pero que ha amado en silencio desde que la conoció.

—Bueno... Creo que será mejor darle un espacio a los chicos —dice el señor Johnson después de aclarar su garganta.

Elvira y su mamá quedaron tan sorprendidas con la noticia que no escucharon al señor. Solo miraban a la pareja sintiendo una enorme tristeza por ambos.

—¿la embarazaste? —suelta la señora Johnson de la nada y llamando la atención de todos los presentes.

—Mamá...

—Responde.

—Si. Sofia está embaraza. ella tendrá a mi hijo.

—¿Y estás seguro que es tuyo?

—Si.

La señora Johnson se pasa las manos por la cabeza y se queda unos segundos en silencio.

—Hijo, hoy en día no es necesario que te cases con una mujer solo porque la embarazaste, asume tu responsabilidad con tu bebé.... pero si no amas a esa mujer no cometas el error de casarte con ella —expresa su padre más serio de lo normal.

—No puedo hacer lo que me sugieres. Ya di mi palabra y voy a cumplirla.

—Hermano...

—Ustedes tienen mucho de que hablar... Yo mejor me voy —dice Stella interrumpiendo la conversación de la que no quería ser testigo.

—Duerme un poco —insiste Nathaniel.

—No es necesario. Me siento bastante descansada.

—Aun asi...

—Te prometo parar a descansar si mis ojos me lo piden, pero en verdad debo volver.

—No seas codicioso y deja que se marche, hijo —habla la señora Johnson comprendiendo la situación por la que está pasando Stella.

—Esta bien. Vamos... Te acompaño al auto.

Stella se tensa.

—No es necesario. Te escribo cuando llegue a mi casa. Ahora solo necesito irme.

—Comprendo... Lo siento.

—No tienes porque sentirte mal. —le sonríe con la tristeza invadiendo cualquier expresión de su cara.

Sin agregar nada más, Stella salió de casa de los Johnson, se metió tan rápido como pudo dentro de su auto y se echó a llorar como si fue el último día de su vida.

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