CAPÍTULO 30
Cuando la joven llegó a una casa, en la que en realidad no tenía tan buenos recuerdos, sintió un tremendo impulso de irse de ahí, pero, cuando Alejandro la llevó hasta la habitación que había estado preparando para su hijo, Emilia se conmovió un montón.

De alguna manera, esa habitación de bebé, de esas que de pronto se encontraba en comerciales de cunas y accesorios para bebés, le aseguraba que el pequeño Adrián era bienvenido en ese lugar.

—Te llevaré a tu habitación —ofreció el joven que cargaba una pañalera y a su hijo, pues la castaña tenía una indicación de mínimo esfuerzo.

La sangre que había perdido la mujer había sido por un desgarre que se dio al momento de que la placenta se desprendió, así que necesitaba más reposo que nunca y bastantes cuidados, por eso no podía irse a su casa aún, y por eso Alejandro le prometió que la cuidaría mientras ella lo necesitara, aunque en realidad tenía la intensión de cuidarla el resto de su vida.

La puerta contigua era a su habitación, eso le
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