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CAPÍTULO 5. Matrimonio por contrato…

Jennifer:

»¿Si quiere, para pagar su favor, me quedo en la clínica? Puedo cuidar de usted hasta que lo den de alta —supliqué.

—¿Realmente eres una enfermera profesional? —me preguntó Brad, cansado y con sueño.

—¡No! No soy egresada universitaria; sin embargo, hice el curso con prácticas de auxiliar de enfermería, por casi un año. Luego, el de primeros auxilios y de cuidados intensivos, entre otros —aclaré.

—¡Quédate conmigo en la clínica! —Aceptó él, dando órdenes a su empleado— Compra ropa y calzado adecuado para ella, se queda bajo mi responsabilidad —luego, me dirigió una mirada inquisitiva.

»¿Comiste? —me interrogó.

—¡No! Necesitaba darte alimentos para que recuperaras las energías, rápidamente —alegué, tuteándolo por un descuido.

Al parecer, esa respuesta no le gustó, porque su rostro y mirada se transformó de inmediato. Era, como si quisiera golpear a alguien, debido a esto, me retiré de su lado y me quedé al pie de su cama, por si acaso. 

—¡Trae comida suficiente! —Ordenó a su empleado— Para que ella pase toda la noche conmigo tranquila, incluye bebidas y al salir que apaguen la luz, tengo mucho sueño —alegó este.

Charlie y el guardaespaldas que estaba en la habitación salieron de una vez. Al moverme, para complacer a este y apagar la luz, me preguntó, sorpresivamente…

—¿Cuántos años tienes? Y ¿Cuántos años de experiencia como auxiliar de enfermería? —Al pronunciar su pregunta, me pareció ver una ráfaga de duda e incertidumbre, seguro porque me veo muy joven, ya me ha pasado otras veces.

—Tengo veinte años —respondí con sinceridad— y de experiencia cuatro años. Cuando culminé mis estudios de educación media general, a los quince, hice el curso de auxiliar de enfermería, porque no tenía recursos para ingresar a la Universidad.

—Te llevo unos cuantos años por encima —comentó él— ¿Cómo hiciste para conseguir trabajo tan niña, adolescente, en fin, tan joven?

—Hice el curso por un año, en este debía hacer pasantías, las hice y me dejaron fija, permanente, hasta que salí a emigrar, hace tres meses —agregó ella, con humildad.

—En esos cuatro años, ¿debiste aprender algo? ¿Cierto? —inquirió él, con una sonrisa.

—¡Sí! —Contesté con firmeza.

—Te llevo quince años —confesó él, con una mirada profunda, cambiando rápidamente el tema— Está atenta a la llegada de Charlie. Tengo mucho sueño, me siento muy débil, por favor apaga la luz.

—¡Perdiste mucha sangre! —argumenté, dejando de lado el temor que sentía y desplegando la frazada para arropar su cuerpo.

Con la mirada busque la puerta del baño, me dirigí a este, encendí la luz y luego, apague la de la habitación. Busqué una silla, la coloqué al lado de la cama. Como tenía mis pies muy fríos, los metí por debajo de la frazada de Brad, para recibir un poquito de calor.

Luego, me perdí por unos segundos o minutos en mis pensamientos…

«Siempre y a pesar de todo le estaré agradecida a Brad, porque inconscientemente fue mi salvador, si el guardia me atrapaba, me deportaba o quizás que me hubiera hecho». 

«¿Cómo estarán Roxy y Rocío? Seguramente, preocupadas por mí», pensé recordando los rostros de todos, al ver que me sacaron esposada y a “mi salvador” en camilla.

«¿Qué habrá pasado con ellas? A lo mejor las echaron del refugio por mi culpa», analicé con tristeza, levantándome de la silla, caminando hacia el baño, para asearme un poco.

«Todo esto me lo gané por ayudar y ahora soy yo, la que está en deuda con él», reflexioné, dándome un baño rápido por si Brad despertaba y necesitaba de mí. Al terminar, me vestí con la misma ropa que cargaba puesta, desde en la mañana.

Al salir del baño, observé a alguien de espalda. Era Charlie. Él, estaba colocando unos paquetes en una mesita que había en la habitación.

—¡Aquí tienes comida! —Me indicó, volteándose hacia donde yo estaba— E incluso para pasar la noche. Espero que no te duermas.

»Iba a contratar una enfermera profesional para que lo cuidara toda la noche, pero ya que te ofreciste… —ironizó, entregándome una bolsa con varios vestidos, ropa interior y un par de calzados sin tacón.

—¡Gracias! —Manifesté, de mala gana— No debiste molestarte. Estoy acostumbrada a perder en cualquier huida mis zapatos —repliqué, comprobando que eran exactamente de mi número.

—¡Voy a estar afuera, con los escoltas de Brad! Cualquier cosa me avisas, de inmediato, e igual al médico —ordenó este.

—Si no eres su escolta, ¿Qué eres? —Pregunté incurriendo en una indiscreción, tapando con mis manos la boca— ¡Perdón! ¡Disculpa! No era mi intención, fue un acto inconsciente.

—Su asistente —declaró este y salió.

El Narrador:

Jennifer estuvo ingresada en la clínica por tres noches y tres días. Ella, más que enfermera, parecía la niñera, porque hasta de comer le daba. Al parecer la bala, hasta los brazos y manos, le afectó, porque no se movía para hacer nada, ni siquiera para ir al baño.

«¡Dios mío! Se está aprovechando de mi necesidad», pensó ella, controlando su mal humor.

Brad disfrutó de todos sus cuidados. Ella preguntó a las enfermeras y al médico sobre el tratamiento que le estaban haciendo, así como las horas y dosis. Estuvo pendiente de todo lo relacionado con él, e incluso se hizo cargo de su aseo.

Él, bastante recuperado, la observaba constantemente, comparaba a Jennifer con su madre, especialmente en lo adorable, dulce y angelical que era. Brad, terminó ese tercer día en la clínica muy atraído por ella.

Aunado a esto, Jennifer era una joven de extraordinaria belleza, con su piel morena, un cuerpo delgado y perfecto, que le hacía estremecer y desear como a ninguna otra mujer. En vista, que ya debía abandonar la clínica y no la quería dejar ir, se le ocurrió una forma de retener a esta, a su lado…

—¡Jennifer! —llamó él, sentado en la cama.

—¡Sí, diga! —Respondió ella, respetuosamente como lo había hecho hasta ahora, saliendo del baño.

—Te quiero proponer un negocio, en el cual, los dos saldremos beneficiados —anunció él, con la mirada fija en ella.

»Por un lado, obtienes la nacionalidad para legalizarte en este país. Y yo, tendré tu compañía en cada evento social al que asista —razonó—. Este contrato durará dos años —concluyó Brad, sin quitar la mirada de ella.

—¿Cómo un contrato? —interrogó Jennifer, sin entender la propuesta de este. Ella, vacilante e indecisa, colocó su bolso, en la silla.

—¡Cásate conmigo! —solicitó él con determinación, mirando a esta de frente, recorriendo con su mirada su cuerpo y su rostro…

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