Capítulo 63. Una vil sentencia.
Gerardo y Nardo al darse cuenta de la presencia de Julián se pusieron de pie, sorprendidos de que pudiera llegar allí burlando la seguridad del internado y que la secretaria no les hubiera avisado.

Enseguida detrás de Julián, entró la secretaria con una expresión de preocupación.

—Lo siento, señor Ramírez, él ni siquiera se anunció, pasó como perro por su casa —pronunció en un tono de angustia la mujer.

—No se preocupe, señorita, a mí nadie me detiene ¿Acaso no sabe quién soy yo? —le dijo con cierto aire de soberbia.

—¡Salga de aquí, señorita! Después usted y yo hablamos —pronunció el director con severidad.

Enseguida el director Ramírez, intentó recuperar la compostura mientras se levantaba de su silla.

—¿Cómo ha entrado aquí? No puede presentarse en mi oficina sin mi autorización ¿Qué es lo que quiere? —preguntó con voz temblorosa.

Julián sonrió con suficiencia mientras se acercaba al escritorio, ignorando las preguntas del director.

—A usted no debe importarle de qué manera
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