MARTÍN.
Una hora y quince minutos, llevo de pie frente a la ventana del café. Es un lugar sencillo, pero en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, Ana no se ha percatado de mi presencia, a pesar de que a los demás comensales se les empieza a volver incomoda mi presencia.
Mi paciencia estalla justo cuando veo que el tipo que está acompañándola en el lugar, toma su mano de manera cariñosa y ella sonríe y le corresponde. ¡Maldita sea! Ana le correspondió.
Sabía que no estaba con Julián, porque ebria me lo confirmó y luego él que también estaba ebrio lo hizo, a pesar de la estúpida foto del aeropuerto que había causado revuelo en las redes y los noticiarios, sabía que era algo