MARTÍN.
Fue imposible dejar de mirar la belleza de Ana, enfundada en ese elegante vestido y el contraste con su rostro angelical, verla tan tierna, pero al mismo tiempo tan sexy, dejo ver mi realidad y lo afortunado que soy de tener una mujer como ella a mi lado.
—Estas hermosa. —Le dije mientras la elevaba por el aire y le daba un suave beso.
—Gracias. —Su sonrisa es tan honesta.
—Te quiero Ana, te quiero para mi. Te prometo que voy a cuidarte tanto como deba hacerlo, que serás mía por siempre y yo seré tuyo por siempre. Eres lo que me aferra a la tierra y te necesito para vivir.
—Martín…yo…