Los guardias comenzaron a moverse lentamente hacia Dalton, intentando desarmarlo sin provocar una tragedia mayor.
—¡Baja el arma! —Reiteró el jefe de seguridad—. No queremos que esto termine mal para nadie.
Alice miró a Dalton con desesperación; sus ojos suplicantes buscaban tocar algo dentro de él que pudiera hacerlo volver a la razón.
—Por favor… solo piensa en Samuel. —Dijo ella suavemente—. En lo que hemos construido juntos. Esto no vale la pena.
El silencio se apoderó del lugar mientras Dalton luchaba contra sus propios demonios internos. Finalmente, dejó caer la mirada hacia el suelo y respiró hondo, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a disiparse lentamente.
Con un movimiento tembloroso, pero decidido, bajó la pistola y dejó escapar un suspiro entrecortado.
—Está bien… está bien… —musitó Dalton con voz quebrada mientras sentía cómo las lágrimas provenientes de su impotencia amenazaban con asomarse a sus ojos—. No quiero verte cerca de mi esposa de nuevo.
Malek miró a Alice y