La tenue luz de la habitación del hospital comenzaba a revelar los contornos de los objetos, ahora que el amanecer se insinuaba a través de las persianas entreabiertas. Daniel, sentado en un incómodo sillón junto a la cama de Alice, dormitaba con la cabeza inclinada hacia un costado. Su rostro reflejaba el agotamiento de días de tensión ininterrumpida.El débil clic de la puerta al abrirse fue seguido por el sonido de pasos suaves pero decididos. Una enfermera entró, llevando una tabla de clip contra su pecho. Era una mujer de mediana edad, de expresión amable. Sin embargo, la amabilidad se mezclaba con una sombra de rigidez en su voz al dirigirse a Daniel.—Disculpe, señor —Dijo en un tono firme pero cortés, tocando ligeramente el hombro de Daniel para despertarlo. —Por políticas del hospital, no se permite que los acompañantes permanezcan en la habitación durante la noche, salvo que un familiar directo lo autorice.Daniel abrió los ojos lentamente, todavía desorientado. Al entender l
—Alice, no necesitas ganarte mi confianza —respondió Nicholas con la voz entrecortada—. Solo necesito que seas sincera conmigo, que me dejes entrar en tu vida otra vez.Alice sintió un nudo en la garganta, y aunque las lágrimas empezaron a caer nuevamente, esta vez eran lágrimas de esperanza.—Te prometo que lo intentaré. —Respondió ella, con su voz más firme. —No será fácil, y habrá momentos difíciles, pero quiero que sepas que estoy dispuesta a luchar por nuestra relación.Daniel asintió desde un lado de la habitación, sintiendo que el ambiente se había transformado en uno de reconciliación y posibilidades.Nicholas se inclinó hacia ella, su rostro iluminado por una mezcla de amor y tristeza.—Eso es todo lo que pido, Alice. La vida es demasiado corta para perderse en malentendidos y resentimientos.La conversación continuó fluyendo entre ellos, cada palabra era un paso hacia la reconstrucción de su vínculo. Mientras tanto, la atmósfera del hospital, aunque aún estaba cargada de emoc
En el corazón del complejo de Alfa, la base operativa de la organización, los pasillos metálicos y las salas iluminadas por luces frías y calculadoras estaban impregnados de una atmósfera de implacable control. Samuel caminaba por uno de estos pasillos, su paso resonante y firme, con la postura que evocaba fuerza y obediencia. Su rostro estaba inexpresivo, como el de un verdadero soldado sin alma, precisamente lo que Alfa esperaba de él.Apenas unas semanas atrás, Alfa había activado, por accidente, el protocolo de autodestrucción en los nanobots que le había implantado en su cuerpo. Nunca fue su intención, pero las circunstancias caóticas durante la posible captura por Gabriel lo llevaron a un lugar inesperado: libertad. Muchos de los nanobots se apagaron permanentemente, rompiendo el control mental que Alfa había ejercido sobre él. Sin embargo, algunos nanobots, los responsables de su fuerza sobrehumana, permanecieron activos, preservando su estado como un "arma" letal. Esta contrad
ConfusiónSamuel se quedó mirando el mensaje en su dispositivo con una mezcla de confusión y temor. Si Alice sabía lo que estaba haciendo, eso significaba dos cosas: primero, que ya no estaba solo en su misión secreta, pero segundo, que ella estaba en peligro al involucrarse. Pero, también existía la posibilidad de que fuera una trampa, ¿Cómo Alice podría comunicarse con él en un dispositivo de la organización de Alfa?Tomó un momento para responder, asegurándose de codificar el mensaje para que no pudiera ser interceptado por Alfa en caso de que fuera real.Samuel: "Alice, agradezco que quieras ayudar, pero esto es más peligroso de lo que imaginas. No puedo permitir que te expongas de esta manera. Dime dónde estás y qué sabes exactamente."El silencio después de enviar el mensaje fue ensordecedor. Samuel sabía que cada segundo que Alice tardara en responder lo llenaría de más incertidumbre, pero debía mantener la calma. Su plan se volvía más complicado, pero a la vez más prometedor,
En una sala de interrogatorios iluminada solo por el brillo opaco de un foco colgante, Dalton se inclinó sobre la mesa de madera desgastada, extendiendo un mapa arrugado. Sus manos temblaban, ya sea por la cafeína ingerida en exceso o por la presión de los secretos que estaba a punto de compartir. Al otro lado de la mesa, Alfa, un hombre envuelto en la penumbra que nunca abandonaba del todo su rostro, miraba en silencio. Sus ojos eran pozos insondables que parecían leer más allá de las palabras de Dalton, como si cada frase fuera un rompecabezas en una dimensión invisible. Dalton lo sabía. Era consciente de que un error, una inconsistencia, podría cambiar la atmósfera de aquella sala en un instante. —Aquí está —Dijo Dalton, señalando una marca roja en el mapa. —Este almacén en Sevilla era el epicentro de sus operaciones financieras. Todas las ganancias del tráfico de armas y la trata de personas pasaban primero por ahí antes de desaparecer en una red de cuentas en paraísos fiscales
El avión aterrizó suavemente en un aeródromo privado, lejos de los ruidos habituales y del bullicio de los aeropuertos comerciales. Nicholas fue el primero en levantarse, asegurándose de que el equipo estuviera listo para desembarcar. El resto del grupo lo siguió, cada uno llevando el peso de su papel en esta operación sobre sus hombros. La pista, iluminada por unas pocas luces tenues, parecía un campo de batalla en silencio, lista para ser testigo de la próxima fase del enfrentamiento contra Alfa. Afuera, un SUV blindado con vidrios oscuros los esperaba. Un hombre vestido con un traje gris oscuro se acercó. Su porte era impecable y su mirada fría dejaron claro que no era ajeno a situaciones de alto riesgo.—Soy el agente Parker. Pertenezco al cuerpo de seguridad presidencial. —Se presentó en tono monótono, extendiendo una mano que nadie tomó. —Estoy aquí en nombre del vicepresidente. Este vehículo los llevará a un lugar seguro donde podrán planificar su siguiente movimiento.Elizabeth
Nicholas tomó la decisión rápidamente.—Alice y yo vamos por Dalton. Elizabeth y Daniel, asegúrense de que Samuel tenga una vía de escape.Alice asintió, lista para avanzar. Mientras Elizabeth y Daniel tomaban una ruta diferente, ella y Nicholas se dirigieron al final del pasillo. Cuando llegaron a la celda, encontraron a los dos guardias y al científico, tal como Samuel había descrito.Nicholas actuó primero, lanzando un objeto pequeño que emitió un ruido fuerte en el otro extremo del pasillo. Los guardias se giraron hacia el sonido, lo que les dio a él y a Alice la oportunidad de neutralizarlos antes de que pudieran reaccionar. El científico, asustado, levantó las manos en señal de rendición.—No quiero problemas —dijo con voz temblorosa.Nicholas lo inmovilizó mientras Alice se acercaba a la celda. Usando la tarjeta de acceso del científico, abrió la puerta y encontró a Dalton sentado en una esquina, encadenado pero consciente.—Dalton —susurró Alice, su voz llena de emoción conteni
Nicholas ajustó el volante con precisión, maniobrando entre las rocas y las pendientes empinadas. Su experiencia era evidente; sabía que cualquier error podría ser fatal. A su lado, Elizabeth revisaba el dispositivo de rastreo, monitoreando los movimientos de los vehículos enemigos.—No podremos mantener esta ventaja por mucho tiempo —dijo Elizabeth, con un tono que mezclaba urgencia y determinación—. Están ganando terreno.—Entonces tendremos que enfrentarlos —respondió Nicholas con firmeza, acelerando a medida que una curva peligrosa se aproximaba.En la parte trasera, Alice estaba junto a Dalton, ayudándolo a mantenerse erguido. Aunque las heridas físicas y emocionales de Dalton eran evidentes, su mirada reflejaba una determinación que no había mostrado desde hacía mucho tiempo.—No dejaré que me lleven de vuelta —dijo Dalton en voz baja, casi para sí mismo—. Si quieren pelear, les daremos pelea.Alice apretó su mano con fuerza, transmitiéndole su apoyo. —No estás solo en esto, Dalt