Elena se pasó una mano por el cabello, controlando la ráfaga de rabia y frustración que amenazaba con desbordarla. Sabía que no podía permitirse perder la compostura, no cuando todo pendía de un hilo.
—Necesitamos un informe inmediato de daños. —Exigió al analista, quien asintió nerviosamente antes de volver a su terminal.
—Agente Vega. —Intervino Gabriel con tono grave. —Es peor de lo que creíamos.
Elena giró hacia él, con una mirada que demandaba explicaciones.
—Alfa no solo está sembrando el pánico ni desactivando sistemas aleatoriamente. Están organizados. Sus ataques han comprometido todos los accesos a nuestras bases de datos principales. —Gabriel hizo una pausa para revisar un monitor parpadeante. —Y tengo motivos para creer que ya se han llevado información crítica. Nombres, ubicaciones, operaciones en curso… Todo. Nuestros agentes encubiertos y los civiles del programa de protección a testigos están expuestos.
Un silencio helado cayó sobre la sala de mando. Elena sintió que un