El líder de los mercenarios contratado por Alfa se adentró en el enorme cuarto, sus pasos resonando con un eco siniestro en las paredes de concreto. El lugar, oscuro y opresivo, parecía un búnker abandonado, lo que lo hacía aún más inquietante. Las luces parpadeantes apenas iluminaban las caras tensas de Martínez y sus hombres, quienes se mantenían en silencio, sabiendo que algo terrible estaba a punto de suceder.
El líder de los mercenarios, un hombre alto y musculoso con una cicatriz que cruzaba su rostro, se detuvo en el centro de la sala y miró una a una las caras de los hombres de Martínez. Su expresión era fría y calculadora, una máscara de indiferencia que ocultaba sus verdaderas intenciones. Martínez intentó mantenerse firme, pero podía sentir el miedo recorriendo su columna vertebral.
—Escuchen bien. —Dijo el líder, su voz resonando en el búnker con una autoridad incuestionable. —Alfa ha tomado una decisión. Y hoy, aquí y ahora, esa decisión se llevará a cabo.
Con una señal d