El corazón de Lara latía con una fuerza inaudita mientras el extraño pitido resonaba por todo el auto. El pánico comenzaba a invadirla, pero sabía que debía mantener la calma y actuar rápido. Aceleró el coche un poco más, calculando el momento preciso para saltar. Un error y podría ser fatal. La carretera estaba desierta y la luna apenas iluminaba el camino, pero no había tiempo para dudar.
En un movimiento casi instintivo, Lara soltó el volante y se lanzó hacia la puerta del copiloto, abriéndola de un golpe. Con la adrenalina recorriendo cada fibra de su ser, tomó su bolso para no perder los documentos y se lanzó al asfalto en un salto desesperado. El impacto contra el suelo fue brutal; sintió un dolor agudo recorrer su cuerpo, pero no tenía tiempo para eso. Rodó varias veces antes de detenerse en la cuneta, sus pulmones buscando aire con desesperación.
Mientras se levantaba tambaleante, el auto seguía su marcha incontrolada por la carretera. Apenas tuvo tiempo de apartarse cuando un