Logan se quedó observando el vaso derramado que quedó sobre la banqueta, se agachó y lo tomó. Vio el nombre de la cafetería y la buscó con la mirada, la localizó en la esquina contraria a donde él estaba y se dirigió al lugar.
Mientras tanto, a la editorial BARNES entraba una Mónic furiosa.
—Pero, ¿Qué te pasó? —la pequeña Vera salió de detrás de la barra de recepción, intentaba acercarse para limpiar un poco a su jefa.
—Un idiota, eso fue lo que me pasó —la molestia de Mónic era más que evidente.
—Dámelo, trataré de limpiarlo o lo enviaré a la tintorería para que lo limpien cuanto antes, además puedes enfermarte por lo mojada que estas.
Vera era una chica muy amable, de estatura mediana y cabello corto, siempre tenía que ver hacia arriba para poder alcanzar los ojos de su jefa.
Esa pequeña muchacha, era lo más parecido a una amiga para Mónic, y digo lo más parecido, porque tampoco era como que se contaran sus cosas o que salieran a pasear como amigas simplemente nunca la dejaba en los peores momentos.
La vida de Mónic era bastante solitaria y eso realmente no le molestaba, solo del trabajo a la casa. Le gustaba de verdad su trabajo y muy pocas veces salía a divertirse, las relaciones amorosas eran otra cosa de las que no tenía muchas.
Las pocas citas que había tenido, habían sido un gran fracaso. Los hombres con lo que se animaba a salir, resultaban ser unos patanes, hijos de papi, hombres que querían un trofeo y no una esposa y eso… eso a ella no le interesaba en lo más mínimo.
Mónic permanecía de espaldas a la puerta de entrada, quitándose el abrigo para entregárselo a Vera. Intentaba secar un poco la blusa roja que llevaba ese día y el pantalón de vestir negro con una servilleta, pero era inútil, tendría que ir a cambiarse de ropa.
—¡Aggggrr! Ya media semana y el día no podía continuar peor —gruño Mónic con impaciencia.
—Pueeees…. —la pequeña recepcionista de verdad no quería terminar la frase, pero tenía que informarle lo que le habían encargado decirle apenas llegara.
—Ya dime —se llevó la palma de la mano a la frente, sabía que no serían buenas noticias.
—Frank, el coordinador editorial, bueno… más bien el ex coordinador editorial, renunció —la última palabra la dijo en un tono, que parecía que lo tomaba imaginariamente con pincitas para colocarlo frente a Mónic.
—Pero ¡¿Cómo se atreve?! ¡con razón no lo he visto en toda la mañana! Ni siquiera lo vi ayer —siseo para ella entre dientes, estaba tan molesta que ni siquiera podía explotar. Además de que estaba en medio de la recepción del lugar —estamos en medio de la revisión e impresión de un libro muy importante, mas todo el trabajo que ya de por si hay y ¿se le ocurre renunciar ahora?
El estrés por tener a su tío metiche en medio de la editorial a diario, realmente la estaba torturando, pasando por el café sobre su ropa y ¿ahora esto? De verdad que no iba a ser un buen día. Los pensamientos y cólera de Mónic, fue interrumpida por Vera.
—¿El idiota del que hablabas es alto, cabello castaño claro, ojos azules y verdaderamente parece un dios del olimpo? —la cara de Mónic era de interrogante, poniendo su mirada primero en Vera que parecía que estaba hipnotizada y luego girándose en la dirección en la que veía, para encontrarse al hombre que se adentraba en la editorial.
—Escuché que tienes una vacante y yo estoy desempleado, creo que es nuestro día de suerte —la sonrisa egocéntrica de aquel idiota le ponía los pelos de punta a Mónic y no de buena manera, le estaba colmando la paciencia.
Justo cuando Logan entraba en el lugar, escuchó la pequeña conversación entre las dos mujeres. No le importaba mudarse a Edimburgo, la ciudad le encantaba y si podía conseguir cualquier empleo estaría más que feliz en mudarse.
Llevaba un vaso de café en cada mano, le dio el de la mano derecha a Mónic y le extendió la misma para estrecharla con la de ella.
—Logan Stewart, un gusto… futura jefa, te eh comprado un café para compensar lo sucedido —Mónic le recibió el saludo, más por educación que por otra cosa, no se esperó la calidez de su mano, era tal vez por el vaso de café que traía.
—No se podría decir que es un gusto, después de que derramó todo mi café sobre mi abrigo favorito —le dijo irónica y con algo de fastidio.
—Te diría que te compro uno nuevo, pero como lo acabo de decir, estoy desempleado —se encogió de hombros mientras le daba un sorbo a su café.
—Y ¿qué podrías saber tú de ser coordinador editorial? ¿Qué estudiaste? ¿experiencia laboral? —le espetó levantando la ceja cuestionando e intentando despacharlo lo antes posible.
—La verdad no mucho, soy Licenciado en gestión empresarial y se algo de finanzas, y en lo último la verdad no tengo mucha, pero si me das el empleo la obtendré —era tanta la seguridad con que decía todo que cualquiera le hubiera rogado por quedarse en su empresa, todos menos Mónic.
El exceso de egocentrismo le recordaba a todos esos ricos inútiles que existían en la sociedad, esos que ella odiaba, porque no sabían lo que de verdad costaba ganarse el dinero o llegar a la cima del éxito con tus propios méritos.
Su abuelo y sus padres siempre le enseñaron esos principios, nadie es más que nadie y el trabajo es siempre lo que te hace llegar lejos, eso y la perseverancia. Y que las mujeres deben ser compañeras de vida, no trofeos, ni chicas que deben quedarse por obligación en casa sino por gusto.
—Pues no encajas absolutamente nada en el puesto, lo siento y si me disculpas tengo que trabajar. Y para colmo, tengo que ir a cambiar el cochinero que un idiota hizo con mi ropa.
Mónic le dio el café Vera, se disponía a avanzar a la salida para ir a casa, cuando la puerta se abrió antes de que pudiera siquiera dar un paso.
Miró cuando Adler entraba y lo hacía de una manera bastante singular, pareciera que llegaba dispuesto a trabajar. Traía un maletín ejecutivo repleto de quien sabe que papeleo y puesto un traje de etiqueta que no sabía de donde lo había sacado. La verdad se veía ridículo, ninguna de esas cosas se necesitaba para trabajar ahí.
—Buenos días, escuché que hay una vacante por aquí —sonrió con suficiencia.
“¿Cómo se supone que ya lo sabe?” pensaba Mónic “sobre mi cadáver”
—Buen día Tío, pues no sé de qué hables, aquí no hay ninguna vacante.
—Yo sé que sí, tengo mis fuentes y me han dicho que te quedaste sin coordinador editorial y aquí está tu tío favorito para el puesto —en medio de todo el alboroto, Vera se veía graciosa, pasando la mirada de uno a otro, con el café en una mano y el abrigo de Mónic en la otra.
—Pues revisa tus fuentes, el puesto ya está ocupado, debiste levantarte más temprano esta mañana —las palabras de Mónic aguijonearon a Adler, este se ponía rojo de coraje y no entendía nada.
—No puedes hacer eso, ¡no pudiste haber contratado a nadie tan rápido!
—Lo hice. Te presento al señor Logan... —Mónic hacia un ademan girando la muñeca, tratando de que su cerebro recordara, realmente no era buena recordando nombres, menos de Idiotas egocéntricos cretinos.
—Logan Stewart, un gusto —Le extendió la mano a Adler, este último solo dio media vuelta y salió echando chispas hasta por las orejas, dejándolo con la mano extendida.
El sentimiento de Mónic no se podía describir con nada. Por un lado, sentía rabia por el cretino que seguía parado en medio de la recepción, pero por otro, la satisfacción que sintió al ver a su tío metiche, salir por la puerta más que furioso, eso no tenía precio.—Y, ¿por dónde empezamos? —Logan rompió el silencio con una sonrisa que a Mónic le daba más coraje.Estaba muy seguro de sí mismo y eso realmente no sabía si le molestaba o si era un punto a su favor.Debía reconocer que, gracias a él, había ganado la jugada en contra del tío Adler, pero algo le decía que más que una jugada, era algo premeditado, algo que ella descubriría tarde o temprano.—Te agradezco por no desmentirme, pero debo aclararte una cosa… mmmm… ¡estas despedido! —le dijo Mónic de una manera divertida, realmente disfrutaba la cara que tenía aquel grandote.—Pe… pero… —las palabras no le salían, realmente creía que por fin su suerte cambiaria para bien y ella le salía con esto.—Pero nada, como te dije antes, n
Todos los derechos reservadosCódigo de registro: 2412290497862El cementerio estaba demasiado desolado. El invierno estaba prácticamente por terminar, pero aún se sentía bastante frío y, para colmo, comenzó a llover. Las fuertes gotas de agua dispersaron a las pocas personas que acompañaban a Mónic en el funeral de su abuelo.El señor Graison Barnes, editor y CEO por más de treinta años de la editorial Barnes, había fallecido en la cama de su habitación a consecuencia de un cáncer de pulmón que venía padeciendo desde hacía más de una década. Además, los años y el trabajo incansable que venía realizando durante toda su vida le habían pasado factura.Había construido un imperio en el ámbito de los libros. Era una de las editoriales más importantes de Europa, con sede en Edimburgo, la primera ciudad de la literatura de la Unesco y una de las ciudades más hermosas de Gran Bretaña. Allí recibía los contratos con los mejores escritores de prácticamente toda Europa y unos cuantos más de Amé
La semana de las festividades por el día de San Patricio en Dublín, había terminado.La suite del mejor hotel en aquella ciudad, estaba más que desordenada. Abrió los ojos lentamente ya que los rayos del sol de mediodía los lastimaban de verdad.El lugar era la habitación más grande del hotel, tenía una sala, barra y una cocina. Más que habitación, parecía un mini departamento.Despertó sobre la cama. Recostada a su lado derecho, estaba una chica desnuda con el cabello rubio desparramado sobre la almohada.Levantó la sabana y confirmo lo obvio, estaba desnudo, al parecer la noche anterior había estado de lujo.No podía decir lo mismo de la resaca que estaba teniendo, donde el dolor de cabeza parecía que se la iba a partir en dos.El repiqueteo de su teléfono aumentaba el dolor, buscaba el maldito aparato para hacerlo callar, pero entre todo el mugrerío que había regado no lograba encontrarlo.Salió a la pequeña sala. Sobre el sillón, estaba su mejor amigo, abrazado a dos chicas, una m
Ambos avanzaron hasta aquella habitación sombría y fría. Esa era otra razón por la que no quería la presidencia de la empresa, como aquellos espacios lo hacían sentir, aquellas paredes lo asfixiaban.Benjamín avanzó hasta sentarse detrás del gran escritorio de caoba, detrás de este, se levantaba una pared de estantería llena de libros de todo tipo.Cuando Logan era pequeño, le gustaba entrar y devorarse los libros que su padre coleccionaba. Podían ser desde novelas románticas, pasando por las de misterio, definitivamente esas eran sus favoritas, hasta de historia o enciclopedias de cualquier tema. Y simplemente no entendía la razón de su padre por la colección, si nunca lo vio leyendo uno.Hacía mucho que no practicaba aquello.Se sentó en una silla frente a su padre, su semblante era serio, sabía perfectamente lo que se avecinada, o eso creía.—No sé qué más hacer para que tengas un poco de interés en la empresa —las palabras de Benjamín salían con pesar, mientras pasaba ambas manos
En Edimburgo, las cosas no iban mucho mejor. El fallecimiento de Graison Barnes, no solo había dejado desolada y triste a una nieta que lo amaba, también había dejado a unos buitres hambrientos de dinero.Adler Barnes, era el sobrino del señor Graison, hijo de su hermano fallecido hace más de veinte años.Adler siempre había estado detrás de la pequeña fortuna del abuelo de Mónic, siempre trató de acercarse a ellos, pero con un doble interés.Cuando se aburría, se alejaba por un tiempo, o cuando lograba sacarle algo de dinero.Una semana había pasado desde el día del funeral. Mónic, se había tomado esos días para tratar de descansar, y digo tratar, porque lo menos que hizo fue eso.A los tres días, había llegado su tío Adler junto con su esposa e hija, se habían auto invitado a vivir en la gran casona de los Barnes.Mónic, no tenía cabeza para nada, ni siquiera para decirles que no podían quedarse, aunque hubiera sido definitivamente en vano intentarlo.Los había tratado de evitar tod
Para Logan, conseguir un trabajo en Londres, con las características que se desean, era más difícil que levantarse temprano en domingo después de una noche de farra.Esos eran los pensamientos de Logan, para sorpresa de todos, había estaba buscando empleo la última semana.Lo malo, era que no encontraba nada a su altura, algo merecedor de él, algo que fuera fácil y bien remunerado.Había mandado más de diez solicitudes a diferentes empresas, siempre solicitando el puesto de gerente, CEO o algún puesto de mando.Sin experiencia y con el ego hasta las nubes, todas y cada una de las solicitudes fueron rechazadas.El dinero que tenía en efectivo se le estaba agotando, el cual no era mucho, ya que papá siempre le tenía las tarjetas sin límites, así que nunca lo había necesitado.Regresó a su departamento, después de un día largo y sin éxito buscando trabajo. Estaba realmente considerando la oferta de su padre, pero no quería darle el gusto de verlo derrotado y convertirse en un títere detr