Tras aquellas últimas palabras, Darla prefirió irse de aquel lugar y hacer una visita de cortesía a alguien que sabía que la podía ayudar.
- Darla, querida… ¿Qué haces aquí? ¿Mi hijo viene contigo? -pregunto Rebeca mirando detrás de ella.
- No, suegra, él no viene conmigo y ese es el motivo por el que hoy estoy aquí. -dijo Darla con una mezcla de molestia, pero queriendo parecer ofendida.
- ¡Darla, pasa, hija! ¡Pasa! ¿Qué sucede? Ahora que te veo, luces muy preocupada.
- Lo estoy, suegra, lo estoy…
- ¿Qué sucede? -pregunto Rebeca preocupada.
- ¡Thiago! ¡Es Thiago! -dijo Darla con frustración. - La semana pasada salió el acta de divorcio y usted lo vio, pareciera que a él no le interesa en lo más mínimo. Estos días ha estado actuando raro.
- ¡Lo sé, hija! ¡Te comprendo! El viernes después de cenar, fuimos a su antigua casa y estaba vuelto loco; esa zorra lo tiene atado de manos… -dijo Rebeca recordando las palabras de su hijo.
- ¿Cómo que atado de manos? -pregunto Darla con sorpresa.
-