Capítulo 4

Mi celular suena a las 4:30 am, y solo una persona es capaz de arriesgarse a hacerlo, sin temer que rompa de unas patadas su hombría.

—¡Valentino, voy a asesinarte!una carcajada ronca se escucha del otro lado de la línea.

—Vamos a correr, apresúrate, llegamos en quince.

—¡Maldito!

Me levanto con todo el sueño del mundo, ¡oh! Morfeo, perdóname.

Me pongo mi ropa deportiva, leggins negros con violeta, un sportbras a juego y una chaqueta, un conjunto completo y mis deportivos negros.

Lo espero en la puerta de la casa, medito en la llamada que me hizo mi amigo acaso ¿dijo “llegamos” o solo fue mi imaginación? No le doy mucha importancia, seguro es por el sueño, pero eso se fue aclarando porque resulta que, cuando aparca el auto y me acerco, Fabrizio está sentado en el asiento del copiloto con llevando ropa deportiva.

Así que ese era el “llegamos”.

Fabrizio me ve de pies a cabeza descaradamente, llevo mi chaqueta abierta sin subir el cierre y puede ver mi abdomen descubierto, enarco una ceja y me cruzo de brazos al ver tanto descaro de su parte y al chocar miradas, se percata que lo estoy observando y se sonroja.

Así que es todo un morboso.

—Muévete —le exijo y enarca sus cejas sin comprender—, estás en mi lugar —aclaro.

—Muévete o te sacará a golpes, amigo —le advierte divertido mi amigo, abre la puerta y, ¡vaya!, lo que veo sí que es muy bueno, con el traje no se le ven esos brazos.

Y aquí va la lujuriosa, y las piernas, ¿las viste?

El burro hablando de orejas.

—¿Qué pasó con lo de señor?pregunta con diversión sentándose en la parte trasera.

Estamos fuera del edificio de Fontaine, y aquí estamos lejos de tanto formalismo, así que, para mí, eres otro simple mortal.

Valentino, y yo chocamos los cinco y nos reímos, está consciente de que mi formalismo en Fontaine es pura pantalla, aun así, me siento un tanto nerviosa con su presencia.

Llegamos al sitio donde corremos, empezamos con los calentamientos. Fabrizio se agacha a tocar con sus dedos las puntas de los pies, me muestra una muy, muy buena vista tanto así, que muerdo mi labio inferior y un golpecito en mi hombro me vuelve a la realidad.

Podría jurar que vi baba cayendo —empujo a Valentino y este solo se carcajea, Fabrizio, se da la vuelta para ver por qué yo estoy roja como tomate maduro, y Valentino, burlándose de mí.

Y es que es muy extraño en mí que haga esas cosas, no es raro que lo haga con un actor de películas, pero si en la vida real.

No sé qué pasó, pero desde que lo vi en la fiesta, hay un aura en él que no me permite rechazarlo como he hecho con todos a mí alrededor, el único hombre con el que he tenido contacto sin repeler ha sido Valentino, y es como un hermano para mí.

Fabrizio me recuerda algo o alguien, pero no logro recordar que o quién.

—¿Sucede algo? —pregunta Fabrizio.

—Diana estaba…

—¡Nada! vamos a correr, rápido —empujo, de nuevo a mi amigo y sigo mi camino dejándolos atrás, escucho a Valentino carcajearse por la notable vergüenza de mi descarada actitud, ambos vienen detrás a corta distancia.

Es una mañana fresca, me encanta sentirme así de liviana, hacer ejercicio es bueno, ya que te relaja tanto física como mentalmente, y refresca tus pensamientos, eso Valentino lo sabe, es un buen método para alejarme de los malos pensamientos.

Pero no todo es felicidad, porque un idiota se instala corriendo a mi lado.

—Hola, preciosa —saluda coqueto.

Ruedo los ojos mentalmente y sonrió a boca cerrada haciendo notar mi incomodidad. Trato de ignorarlo, juro que trato de ignorarlo con toda la educación posible, pero resulta que como es un idiota, no capta, NO-CAP-TA. ¿Cómo ignoras a un idiota que no entiende una indirecta?

—¿Puedo acompañarte? —Se acerca demasiado a mí.

Lástima que no traje mi reproductor que debe estar hecho añicos en el rincón donde lo estrellé anoche, para hacerle ver de forma educada que no me interesa interactuar con él.

—Y así quizás conocernos un poco mejor —niego con la misma sonrisa a boca cerrada, corro más rápido, aunque es inútil, me sigue con cada paso que doy.

Después de un kilómetro, aunque le he sonreído de mala gana, firma su sentencia de muerte, acaricia un poco más debajo de mi cintura cubierta por mi chaqueta.

¿Han sentido el momento en el que hacen algo por impulso y no saben ni cómo es que lo hicieron, porque el mundo se detiene en ese preciso instante y, ¡pum! solo pasa? pues resulta que apenas siento su tacto, le estrello un puñetazo en su horrenda cara, haciéndolo detenerse y retroceder, su cara está roja de la furia, pero no más que la mía.

—¡Maldita zorra! —Se abalanza contra mí, le estampo una patada en su costado derecho y se retuerce vociferando maldiciones.

Aun así, no lo detengo por mucho, con esfuerzo se incorpora queriéndome atacar nuevamente, levantando su mano en puño, en ese instante es detenido por Valentino, y Fabrizio, quienes se interponen en medio de ambos.

No estoy asustada, estoy molesta, sudada y cansada, porque veníamos corriendo y mi día había comenzado muy bien apartando el hecho de que madrugué, y se me hizo un infierno levantarme, pero ahí estaba yo disfrutando un día que sería para mí, perfecto, y viene ese pedazo, no, pedazo no, completo idiota y me lo arruina. ¿Por qué tienen que tocar a las mujeres? No entiendo, ¿cómo es que no sienten el desprecio?

Voy a tener que investigar más sobre esta especie.

—A ella no le gusta que la toquen, menos un idiota como tú —escupe Valentino, con el semblante molesto—, y quiero que te disculpes con ella por ofenderla, así no se trata a una dama. —aprieta sus dientes y la vena de su frente parece que explotará.

El hombre, me mira entre molesto y sorprendido al ver a ambos hombres más grandes que él, defendiéndome.

Valentino, lo suelta al ver que está hecho un nudo de miedo y al sentir la mano de Fabrizio en su hombro.

—Primero aprende a ser hombre y luego busca con quien coquetear, cobarde, y dale gracias a Dios que no te dejo sin descendencia, y espero no volver a ver nunca tu m*****a cara. —Y lo empuja para que este siga su camino.

Fabrizio, se vuelve a mí.

—¿Estás bien? —asiento—, solo nos retrasamos un poco porque se me soltó una agujeta, lo siento, no pensamos que algo así pasaría. Valentino, está realmente embravecido.

Veo a mi amigo rojo de ira y me acerco a él con la mirada de Fabrizio, sobre nosotros.

—Estoy bien, ¿viste la patada que le di? casi tan perfecta como la tuya.

Eso lo hace sonreír y abrazarme en el instante besando mi cabeza.

—De verdad, estoy bien —acepto su abrazo, su corazón late, a mil por horas, no necesito que siga molesto, no quiero que vuelva a perder los estribos.

Me pongo de puntitas y beso su sien. Eso lo tranquiliza, cuando lo sacan de sus casillas es difícil que se controle, menos si se trata de un hombre maltratando a una mujer. No es la primera vez que pierde su paciencia con algo así, Dios sabe que Arturo lo sacó de un buen aprieto hace unos años por no controlarse.

Valentino, es un hombre con un enorme corazón, pero pierde la cabeza con facilidad.

Seguimos con nuestra labor corriendo juntos, ya más tranquilos nos dirigimos a desayunar a una cafetería. Mientras vamos en al auto, no decimos una sola palabra, yo enciendo el reproductor del auto y pongo música, tarareo algunas y otras las canto a todo pulmón como si la vida se me fuera en ello.

—¡Gracias, señor! ¡Terminó por fin la tortura! —dice Fabrizio al llegar y yo ruedo los ojos.

—Privilegiado deberías sentirte de deleitarte con mi voz. —respondo como toda una diva. Valentino, se carcajea

—Jamás podrás ganarle.

Entramos al local y nos sentamos en una mesa al rincón.

Fabrizio mira de Valentino a mí y viceversa. Quiere preguntar o decir algo, pero no se atreve. Mi amigo y yo intercambiamos miradas. Dejo sobre el plato los cubiertos y lo interrogo.

—¿Qué quieres saber? —pregunto seria y pongo los codos sobre la mesa entrelazando mis manos.

—¿De qué hablas? —finge demencia.

—Dispara —dice Valentino—, sé que algo te pasa, nos miras de forma extraña.

Rasca su cabeza nervioso.

—¿Ustedes dos son? Bueno ya saben… —ríe nervioso— se ven tan, bueno…

—¿Quieres saber si nos acostamos? —digo por fin y este se sonroja.

—Me hablabas tanto de ella que, creí conocerla, pero ahora veo que su relación es muy, intima. —noto una pizca de decepción o, ¿solo es imaginación mía?

Suspiro, algo tranquila, estamos tan acostumbrados a que todos piensen eso.

—Comprendo tus dudas, pero él y yo tenemos una buena, muy buena amistad. Somos como hermanos, es de esa forma en la nos hemos visto desde siempre.

—Y nos amamos de esa misma manera. Tú ya lo sabías, ¿Por qué tanto interés ahora? —Valentino sonríe de lado, y Fabrizio abre más los ojos y se remueve incomodo en su silla sintiendo un reto en su pregunta.

—Te lo aclaramos a ti, solo porque eres amigo de Valentino, y queremos que entiendas bien nuestra relación.

Suspira como que, si hubiese estado reteniendo aire por toda una vida, y sonríe ante nuestra explicación.

Estoy riendo por sus anécdotas de cuando estaban en la universidad Mi sonrisa se ve apagada al ver entrar a Rodrigo, de la mano de una chica que sé, no es la misma con la que lo vi la primera vez, sino con su novia de hace dos años, me tenso y Valentino, busca al causante. La chica no me ve, se desvía hacia el baño dejando solo a mi némesis.

Empiezo a respirar de manera rápida como si hubiese corrido un puto maratón, tengo mis manos sobre mis rodillas apretándolas.

—Valentino, viejo amigo. —Saluda con demasiado entusiasmo, no levanto la mirada y Fabrizio me observa frunciendo el ceño.

—Tanto tiempo sin vernos, ¿has extrañado nuestras salidas en grupo? —mi estómago se estruja al escucharlo.

—Ni un solo minuto, y no soy tu amigo. —zanja con desdén.

—¡Oh vamos! ¿No seguirás molesto? mira a Diana, ella ya lo superó ¿no, Diana? —busca mi mirada el malnacido y sigo apartando la mía cual cobarde.

—Ya nos íbamos. —responde Fabrizio, haciendo que nos levantemos.

Valentino, se levanta tomándome de la mano y apartando a Rodrigo de nuestro camino empujándolo, con mi cabeza gacha ocultándome en la espalda, aprieto con fuerza su agarre.

Siento una mano sujetarme, al levantar la vista mis ojos se agrandan, tiene una sonrisa de satisfacción dibujada en su rostro.

—¡Suéltala! —ordena Valentino, furioso.

Rodrigo, sonríe con diversión macabra, empiezo a temblar y no suelta mi mano, siento asco y repulsión, ¡quiero que me suelte!  Mis ojos se llenan de lágrimas, pero no me permito que salgan en su presencia.

—A ella le gusta mi tacto. —susurra con malicia.

—¡A ella no le gusta que la toquen! —espeta Fabrizio, sujetando el brazo de Rodrigo, quien, sorprendido por la reacción de este, suelta su agarre dejándome marcado sus dedos.

Salimos de ahí con rapidez ante la vista de los demás clientes, Fabrizio, paga la cuenta y se disculpa por la pequeña escena y yo empiezo a vomitar el desayuno, ¡maldita sea! otra vez lo mismo.

Después de terminar, Fabrizio me pasa una botella con agua para enjuagar mi boca, apenada, la tomo y le agradezco sin levantar la mirada.

—Di, nena… —Valentino, se inclina para quedar a mi altura, toma los mechones que cubren mi rostro y los aparta.

—Estoy bien. —susurro.

Estoy sentada en el auto, está agachado frente a mí con la puerta abierta y su ceño levemente fruncido al ver la marca que ha dejado en mi muñeca, y acaricia esa parte. Niega

—Debes hablar con la doctora Simmons —Ahora soy yo quien niego—. ¡Di!

—¡Estoy bien! —pero aún estoy temblando, con lágrimas rebeldes, que no quieren dejar de caer mojando mis mejillas. Fabrizio guarda distancia mientras Valentino y yo conversamos

—Di, esto es una mala señal y tú y yo lo sabemos, respira despacio, ¿sí?  —asiento mientras aprieta mis manos entre las de él— ¿Quieres ir con Isaiah? —asiento de nuevo—, bien, pero será solo por hoy, luego llamaré a Simmons —abro mi boca para reclamar, —¡no! es mi última palabra, sino le diré al general.

Golpe bajo.

—¿Cómo se encuentra? —pregunta Fabrizio, al vernos subir al auto.

—Estará bien, vamos, debo llevarla a un lugar para que se calme. —me quedo en la parte de atrás mientras Fabrizio ocupa el asiento del copiloto.

—¿Qué sucedió allá adentro? Lo mismo pasó con ese tipo el día del evento. ¿Qué puta pasa, Valentino? —levanta la voz y me pone más nerviosa.

—¡Cálmate, vas a alterarla con esos gritos!

—¡Tú también estás gritando!

—¡Mierda! —golpea el volante— Cálmate y yo lo haré.

—¡Bien! ¿Dónde vamos?

—Solo hay un lugar donde ella puede estar tranquila, Gold Gloves.

—¿Te volviste loco? No puedes llevarla ahí, no es un lugar para ella.

—Y qué lugar es bueno, ¿eh? dime, ¿cuál?

—Estás gritando de nuevo Valentino, ¿por qué la llevas ahí? ella iba al psicólogo, ¿no?

—No sirvió de nada, ella no colaboró mucho que digamos, y Gold Gloves, fue el único lugar que le ayudó.

—No comprendo.

—Ya lo harás.

Ambos hablan mientras estoy sin decir palabra alguna, en el transcurso del viaje lo hacen en silencio.

Aparca el auto en el estacionamiento e Isaiah, nos recibe con los brazos abiertos, pero esta vez su sonrisa se convierte en preocupación al verme.

—¿Qué sucedió? —pregunta el señor de dos metros y musculoso, color chocolate.

—Regresó. —responde Valentino.

—Dile a Daniela que te preste de su ropa, esa te podrá quedar, y sube al ring con ella —asiento y hago lo que dice— y Di… —me giro hacia él—, solo será por hoy, si no, llamaré para informarle al general. —me advierte.

—¿Cómo que al ring? No puede, está mal del estómago, además tenía una crisis nerviosa. —responde Fabrizio con un poco de molestia en su tono.

—No del estómago, es de aquí. —dice Isaiah señalando su pecho.

Me preparo y subo al ring sin casco protector. Daniela, es una chica un poco más alta que yo y muy buena.

—Bien Di es hora, no quiero que te detengas por nada. —Daniela se pone en guardia.

Le doy una sonrisa sincera, ella me cae muy bien. Asesta su primer golpe en mi rostro, lo que me hace tambalear un poco y sonreír al mismo tiempo.

—Vamos Di, la pelea es entre dos. —dice rodeándome, dando pequeños saltos.

Da otro golpe que me hace caer a la lona y una sonrisa un tanto macabra sale de mí, esa es la señal, estoy lista. Me levanto y esquivo el siguiente golpe, estiro mi brazo izquierdo y logro darle un golpe en la mandíbula, pero tiene cubierta su cabeza con el casco.

—Cuida esa defensa —le exijo—, en el próximo no seré tan bondadosa.

Ella ríe mientras niega.

Daniela, espera un golpe por la izquierda, ya que hago varios intentos con esa mano y entonces, cambio por la derecha, lado que tiene desprotegido y arremeto un golpe tras otro, haciéndola caer a la lona.

Valentino

Observamos a Diana enfrentarse a Daniela, la veo ladear una sonrisa cuando le asesta el primer golpe, típico de ella, se deja dar un par de golpes primero para sentir la adrenalina, según ella; pero sé que lo hace para dejar de sentir otro tipo de dolor.

No es bueno que ella haga esto, sin embargo, no tengo más opción, no quiere ir con Simmons, no funcionó la primera vez, se negó a hacerlo y cuando la obligaron, no articuló palabra alguna. Habló solo para que le dieran de alta y fingir que estaba en perfecto estado.

Pero a mí, no me engaña.

Fabrizio la mira sorprendido, es normal su reacción, nadie conoce ese lado de Diana, nadie fuera de la familia. Siendo mí mejor amigo le conté algunas cosas, pero jamás le di tantos detalles del estado de mí amiga, él siempre ponía mala cara al escucharme, siempre me creyó enamorado de ella, igualmente Diana, odiaba cuando le hablaba de él.

Había ocasiones en los que me encontraba mal por causa de la situación de ella, y él se molestaba por mi cambio de humor, nunca le gustó que estuviera mal por las malas decisiones de los demás.

—Vaya que es buena. —dice sorprendido y anonadado al verla pelear.

—Te dije hace unos años, dejé a unos empresarios con la palabra en la boca por atender el llamado de mi mejor amiga, ella me necesitaba, las consecuencias de lo que pasó, son estas. —señalo el ring donde está Diana, acabando con la pobre Daniela.

—¿Qué sucedió con ella? —pregunta sin dejar de verla, luego vuelve su vista a mí.

—Todos en el país saben lo que le pasó, incluido tú —él asiente—, solo que no saben a profundidad todo, solo saben que la lastimaron, aunque no saben lo que ha tenido que pasar para superarlo. Y siendo ella, se le ha hecho muy difícil. Pensamos que había pasado esa etapa, que ya no le afectaría, al parecer no es así y te juro que, no sé qué hacer.

—Antes de eso, recuerdo que te habías peleado con ella, pasaron meses sin hablarse.

Asiento pensativo.

—No me parecía la relación que llevaba, y Diana lo atribuyó a celos de mi parte, peleamos muy fuerte, seis meses sin siquiera hablarnos, ni escribirnos, nada —una amargura pasa por mi garganta al recordarlo—, cuando me llamó, salí corriendo a encontrarla y al hacerlo, la chica que conocía había desaparecido. Esa chica ocurrente llena de vida y por sueños que cumplir había muerto.

»Me encontré con una mujer apagada, sin ganas de vivir, su sonrisa había desaparecido y sus ganas de vivir no existían, la habían destruido.

Fabrizio la mira tratando de comprender.

—La pasaste muy mal en esa época —vuelve su atención a mí— y yo tuve que comprender tu silencio. Para ser sincero pensé que estabas enamorado de ella y por eso no aceptabas la relación que tenía con su novio.

—Ya te lo explicamos.

—Hay un dicho que dice, que la amistad entre un hombre y una mujer es como tener a una gallina de mascota.

—No entiendo… —sonrío al escucharlo.

—Tarde o temprano, vas a querer comértela.

Nuestras carcajadas resuenan en todo el lugar. Diana, se acerca a nosotros con su ceño fruncido y una sonrisa en sus labios. Siento su abrazo en cuanto llega, y luego se acerca a Fabrizio para abrazarlo, quien corresponde el gesto y le pregunta si no le duele el golpe que recibió, esta, le está enseñando la pequeña cortada, casi veo su pecho soplarse de orgullo.

Diana acaba de abrazar a Fabrizio y eso no me lo esperaba, ella no tiene ese tipo de gestos amorosos con cualquiera lo que significa que se ha desahogado por hoy.

Tiene puesta una camisa de tiras finas y se nota el tatuaje en su hombro, es obvio que no pasa desapercibido por mi amigo quien, sorprendido, lo mira con detenimiento, es un tatuaje incompleto, y eso es lo que llama mucho su atención. Diana, le explica algunas cosas de por qué no está terminado, no le está diciendo la verdad.

Le duele hablar de ese día, yo sé bien que no es su primer tatuaje, el diente de león que lleva a mitad tatuado, tiene un significado doloroso para ella, el hecho de no terminarlo es como un ciclo sin cierre, supongo que cuando esté lista podrá concluirlo ella misma.

Le gustaba tanto pintar, íbamos a galerías de arte y ella quedaba pasmada con los colores vivos de obras de artes de pintores italianos, aunque no fuesen reconocidos, ella amaba tanto ese estilo de arte.

Me levantaba a las cuatro de la madrugada para poder fotografiar un amanecer, o sacarme de donde estuviese para capturar un atardecer.

 Amaba la fotografía, cuando viajábamos, era un imán para captar un paisaje, para ella ver un par de ancianos en una banca, era algo que lograba darle un gran significado.

Se inventaba historias que las terminabas creyendo, ella trasmitía tanto, en tan poco.

Ahora ese interruptor está apagado, no sale de casa, no pinta, no toma su cámara, no sonríe de verdad.

Los observo a ambos y de inmediato siento algo que retumba en mi interior, hacen una bonita pareja. Sonrío como un idiota al verlos juntos, ella explicando y él embobado, escuchando con atención.

A Fabrizio le gusta mi mejor amiga. Diana no es mi gallina, quiero que encuentre un gallo para ella, ni nuestras cachondas hormonas pudieron romper ese vínculo, cuando por accidente nos dimos un pequeño beso, y la muy desgraciada hizo una mueca de asco, dijo que sentía que se había besado con ella misma, me reí, porque yo sentí lo mismo, no nos miramos de esa manera.

La amo con todo mí ser, aun así, no de manera romántica.

Lo que sí es cierto es que cuando peleamos me deprimí mucho, e igual ella, no por celos, sino que estaba ciega de amor, no podía ver más allá de su nariz.

—Debes escucharme, no te conviene, mira lo que ha hecho contigo, ¿no lo ves? —estaba enfurecido cuando vi su cabello corto teñido de un color que era obvio, a ella no le gustaba, jamás le gustó el rojo.

—Mira Valentino, yo no me meto en tus asuntos y desearía que por favor respetaras mis decisiones, yo veré si me conviene o no, además, ¿desde cuándo te metes en mis relaciones?

—Sé que no es buen hombre, deberías de hacerme caso y a los demás. Aunque tu padre lo acepte, yo jamás lo voy a hacer.

—¡Tú no eres nadie para hacerlo! Yo lo amo, deberías estar feliz por mí. —sus palabras eran cuchillos atravesando mi pecho.

—¡No!, si se trata de ese hombre jamás voy a apoyarte —zanjé molesto

—Solo estas celoso, entre tú y él, es obvio a quien escogeré. —estaba roja de la furia su pecho subía y bajaba por su respiración agitada.

Salí como alma que lleva el diablo, seis meses después me llamó llorando desesperada, destrozada, rota y no dudé en acudir a su encuentro.

En medio de una importante reunión, salí sin decir una palabra dejando unos inversionistas nuevos, mi secretaria tuvo que disculparse en mi nombre, y gracias a Dios comprendieron que era un asunto de suma importancia.

Nunca perdoné a Rodrigo por haberla obligado a cambiar tanto, por hacer que nos separáramos por tanto tiempo, ni cuando estudié en el extranjero habíamos dejado de hablarnos. Ni me perdoné a mí mismo, por no obligarla a ver lo que tenía enfrente.

La única forma que encontramos para que pudiera salir adelante fue trayéndola aquí, Isaiah tiene este local donde se entrenan los chicos que luchan contra alguna adicción, para Diana, centrarse en este lugar la había sacado de la oscuridad, o al menos eso habíamos pensado, hasta que un día, hizo su primer atentado.

—¿Por qué no almorzamos en casa? —me saca de mis pensamientos.

—¿Quién cocinará? —pregunta Fabrizio, sus rostros están cerca, pero al parecer, ellos no se percatan de ello.

—Tú, harás pasta, —agranda sus ojos marrones y veo a Fabrizio, perderse en ellos.

—Diana, tengo ascendencia italiana, aunque eso no quiere decir que pueda cocinar pasta. —bromea.

—Tienes cara de poder hacerlo. —con ella nada es imposible. Si dice que puedes bajar la luna, puedes hacerlo. Mi amigo niega

—¡Bien! —yo sé perfectamente que es bueno haciendo pasta—, pero si me queda horrible, así te la comerás, ¿es un trato? —extiende su mano y Diana, duda, pero acepta.

—¡Hecho!

Nos despedimos de Isaiah, advirtiéndonos que no quiere volver a vernos por allá, y en el auto con cada música que se reproduce, ella la canta a todo pulmón.

Fabrizio, se queja de ella y en todo el camino discuten al respecto, él apaga el reproductor y ella lo enciende. Por último, lo amenaza que le cortará su hombría si vuelve a tocar la radio, lo dice tan seria que por supuesto Fabrizio la cree capaz. Y así continúa hasta que llegamos a casa.

El sonido de una llamada entrante nos hace detenernos, mi amigo toma su celular y contesta.

Diana entra a la casa y corre directamente a su habitación para ducharse, hoy ha sudado demasiado.

—Hola hermano, sí claro, estoy con Valentino, sí, ¡no!, no es mi novio desgraciado, está bien llévatelo, pero un rasguño y te arranco la cabeza. Mi hermano. —dice haciendo una mueca.

—¿Algún problema cariño? —acaricio su barbilla guiándole un ojo.

—¡Déjame, maldito! Que él piensa que paso tanto tiempo contigo, que ya debes ser mi novio.

—Ya quisieras ser mi sumiso. —le guiño de nuevo.

—¡Cállate! Solo quería mi auto, chocó ayer el suyo y lo tienen en el taller. Dice que chocó por atrás el auto de una linda chica y quiso hacerse el listo y hablarle en italiano para poder apaciguar las cosas, pero ella se cruzó de brazos y empezó a contestarle. Me reí de él, porque pensó que, con eso, ella olvidaría un poco el enojo y fue todo lo contrario.

—Tu hermano no tiene remedio.

—Está que no deja de hablar de esa chica linda. Quedaron de verse en el taller, porque tienen la misma aseguradora, así que por eso está emocionado, dice que como sea saldrá con ella a tomar, aunque sea un café.

—Veremos cuanto le dura la emoción. —respondo recordando cómo es su hermano, todo un conquistador.

—No te creas, nunca lo había visto así, parece ser que la chica es muy dura, no las fáciles que acostumbra.

Diana, sale de la habitación duchada con un par de conjuntos de ropa cómoda para hombres.

—Valentino, creo que tienes suficiente ropa aquí como para mudarte, deberían cambiarse, yo prepararé la cocina para el almuerzo.

Fabrizio se retira para ducharse primero y sale con un par de conjuntos que son míos.

—No recordaba donde los había dejado —digo al ver la ropa de mi amigo.

—Deberías de recordar que, en casa de tus conquistas, no dejas ni un solo cabello de tu cabeza.

Eso es más que cierto, uno nunca sabe lo que harán con ellos, más de una loca me ha tocado.

Ayudamos a Fabrizio con la pasta y entre malas bromas y juegos en la cocina, al fin esta lista.

Diana necesita desprenderse de ese pasado, lo importante es que no caiga de nuevo, porque, aunque se ve bien, sé que la atormenta.

Eso necesita hacer, desprenderse y superarlo.

Aunque no es fácil cuando se han metido en tu cabeza y te han hecho bajar tanto la guardia que no sabes lo que está bien y lo que está mal, y es que Rodrigo la usó como una marioneta, era un robot programado para cumplir sus órdenes.

No importaba lo mal que este se portara, ella no miraba más allá, tenía una espesa venda que cubría sus ojos. No luchó contra él, al contrario, se dejó guiar hasta sentir que sin él, no podría vivir.

Aún tiene rasgos de esa inseguridad, en ocasiones me pregunta cosas como lo hizo el día del evento con su vestido, uno con escote de corazón, ceñido a su cuerpo y de corte de sirena que se le veía espectacular, aun así, preguntó si no era muy revelador.

Ella no merece estar mal, no merece sentirse menos, es un ser humano único, es una luz apagada.

Porque a pesar de todo el sufrimiento, ella merece ser verdaderamente feliz

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