Capítulo 3

Ablisbeth comenzó a desempacar las maletas en cuanto llegaron al hotel, por más que Sebastián insistió en que, podía dejarlo para después o que, no era necesario que ella misma lo hiciera.

Tener tanto dinero, les permitía contratar cuantas muchachas les pareciera para que se encargara de las labores domésticas y de servirles.

Sin embargo, todo indicaba que, su esposa no estaba dispuesta a eso ni a compartir aquel apartamento de hotel con una extraña más.

Era como si ella, fuera algún tipo de huraña o asocial y mucho se temía que, aquello tenía relación con la pesadilla que tuvo la noche pasada.

Caminó hasta la cocina para buscar a ver sí, había algo que comer, en especial dulce.

Seguro que, si le daba algún tipo de chocolate o pastel a Ablisbeth, esta se olvidaría del resto por degustar un rico postre.

Las mujeres solían amar esas cosas.

Sin embargo, al abrir la refrigeradora, no encontró más que frutas, carnes, leche, huevos, tocinos, jugos y agua.

No había allí, ni un solo postre, ni siquiera helado.

¿Quién demonios se encargó de hacer el mercado para ellos? Que no incluyó nada con qué merendar.

¿Acaso pretendían ponerlos a dieta?, se preguntó haciendo una mueca de disgusto.

Bueno, al parecer, tendría que ir al supermercado él mismo y realizar nuevas compras.

- Ablisbeth. - le llamó alzando un poco la voz.

Pero esta no respondió, quizás porque la mayor parte del tiempo siempre prefería guardar silencio, o tal vez era que no le había escuchado, no lo sabía a ciencia cierta.

Así que camino hasta su alcoba, donde, se encontraba cuando la dejó, arreglando las cosas, sin embargo, en cuanto llegó a esta, su esposa no estaba allí.

Se acercó al baño, pero este, permanecía con la puerta abierta y completamente vacío.

La busco en la sala, en la terraza y en todos los lugares de aquel apartamento, pero no la encontró en ningún lado.

Frunció el ceño extrañado.

¿A dónde habría podido ir? ¡Y sin haberle dicho nada!

En realidad, estaban recién casados y solo fueron cuestiones de segundos en los que, su esposa se le perdió.

***

Ablisbeth aspiro el aire que le daba la libertad.

Por primera vez en toda su vida, se sentía un ser libre, capaz de disfrutar de cosas tan simples como salir a dar un paseo cuando se le antojara.

En realidad, había sentido miedo de hacer aquello, pues no quería que Qaisar, se enojara con ella y buscara castigarla de la misma forma que, durante años, su padre lo hizo.

Sin embargo, luego de unos minutos pensándolo y analizándolo bien, llegó a la conclusión de que, necesitaba un momento a solas consigo misma.

Lamentablemente, para sí, ya estaba casada, y si resultaba que el hombre que, ahora era su esposo, era igual a su padre y tenía las mismas costumbres que él, entonces, tarde o temprano, lo descubriría y comenzaría a vivir el infierno al cual estaba ya acostumbrada.

Así que, antes de que, eso sucediera, prefería aprovechar esa pequeña oportunidad que tenía de salir y sentirse como una muchacha normal, antes de que, no pudiera hacerlo nunca más.

Sonrió dentro de sí a la vez que, sus ojos se cristalizaban por las lágrimas. Tenía tan grande suerte que, aún no compraban los chips para sus teléfonos celulares, por lo que, su esposo, no podría llamarla exigiéndole que, volviera de inmediato.

Miró de un lado a otro, decidiendo a donde ir primero. Ya pronto anochecería, así que, no tenía tiempo que perder. Debía de aprovechar cada segundo y minuto que aún le quedaba para, por lo menos una tarde, intentar ser y descubrir qué significaba ser feliz.

***

- No entiendo aún, qué hacemos aquí querida. - expresó su amigo Charles con exageración.

Stephanie sonrió.

- Tú, no lo sé. Porque yo no te invite.

- ¡Ay que ver! Qué ingrata es la gente hoy día. - dijo este llevándose la mano al corazón como si lo hubiera herido allí.

Ella soltó un resoplido.

Tan dramático que, podía llegar a ser Charles.

- Por los momentos, debemos de buscar hospedaje.

- Eso es obvio. - expreso él como toda una diva - La pregunta es, ¿Qué harás después de eso? Porque me da la impresión de que, algo estás tramando. No se, pero no me parece que, te echarás semejante viaje hasta aquí por nada.

- Por supuesto que, no. - respondió ella con una sonrisa de autosuficiencia.

Stephanie pensó que, si estaba allí, era para poder ver a Sebas y comprobar por sí misma si, todo estaba perdido para ella con él, o por el contrario, aún tenía una oportunidad de conquistarlo y estar con él.

Le parecía tan raro todo eso de la boda repentina con Ablisbeth. No es que, la chica no fuera bonita porque, si lo evaluaba con sinceridad, debía de admitir que, si lo era y muchísimo.

Pero es que, esta nunca congenió con ninguno de ellos. Las veces que, se reunían como amigos, la muchacha ni siquiera compartía con ellos.

Stephanie siempre se preguntó si eso, se debía a que, no tenía nada en común con ninguno, era demasiado tímida para acercarseles y platicar por lo menos, o es que, se la creía tanto que, a su punto de vista ellos eran seres insignificante.

No obstante, independientemente de como haya sido, lo cierto era que, Ablisbeth jamás tuvo un momento de cercanía con ninguno y eso incluía a Sebas.

Así que, no podía imaginar que, ambos se hubieran enamorado y decidieran casarse. Parecía tan absurdo todo eso.

- ¡Ey!

Charles chasqueo los dedos frente a su cara llamando su atención.

- Tierra llamando a Stephanie. - le dijo.

Ella soltó una suave y divertida risa.

- A mi se me hace que, estás pensando en alguna travesura. - le indicó él.

Y ella ladeó la cabeza de un lado a otro.

- Puede que, si. Puede que, no.

- Te conozco. - le dijo él apuntándola con el dedo - Y se cuando tramas algo. Y no sé porqué, pero me da la sensación de que, tiene que, ver con el bomboncito de Sebastián.

- ¿Qué comes que, adivinas?

- No estarás pensando en meterte en ese matrimonio y convertirte en su amante, ¿Verdad?

Stephanie no respondió.

Solo se limitó a sonreír, dando a entender que sí lo había estado pensando.

- ¡Por Dios! - llevo su amigo una mano al corazón dramatizando estar encandilado con eso.

Pero tan pronto como lo hizo también se compuso.

- Bueno, la verdad es que, no se te puede culpar ni juzgar por ello. Yo en tu lugar, haría lo mismo. Es que, ese bombón de Sebas, esta como quiere. No se puede negar.

Stephanie soltó una carcajada escandalosa en cuanto él dijo aquello.

- Es una lástima que, nunca le hayan gustado los chicos como yo y prefiera a mujeres insípidas y sin el sabor que, uno tiene. - expreso inflando el pecho como si él fuera la última coca cola del desierto.

- ¡Ey! - exclamó Stephanie haciéndose la ofendida - Gracias por lo que, me toca.

- A la orden querida. - dijo sin inmutarse y comenzando a caminar - Ahora muévete que, sino oscurecera antes de que, tengamos hospedaje para esta noche.

- Cretino. - respondió ella en son de broma y haciendo caso de lo que, le decía.

***

Ablisbeth camino un lugar a otro sin un rumbo fijo a donde ir.

Todo lo que, deseaba era sentirse libre y poder ir a donde quisiera sin que, le dijeran nada. Y eso precisamente era lo que, estaba haciendo.

Paso por boutiques, tiendas de ropa, joyerías, zapaterías, librerías y diversos lugares.

En ninguno de ellos entró, ni se detuvo hasta llegar a una pequeña plaza donde se sentó en una banqueta luego de comprar un helado de fresa con chocolate.

Ahí permaneció por más de una hora, al principio degustando su helado. Luego, simplemente viendo las palomas pararse en el suelo y buscando que comer, disfrutando de la suave y helada brisa del invierno, escuchando las risas de los niños y el murmullo de los adultos al hablar.

Lo que, las personas a su alrededor reflejaban, era una vida tan tranquila y llena de alegrías. Una que, ella jamás experimentó en todos sus años y no creía que, lo hiciera nunca.

Pensar en eso, le hizo recordar al hombre con el cual se había casado.

¿Cuál sería su reacción en cuanto volviera al apartamento? Seguro que, Qaisar debía de estar más que, enfadado con ella. Y era probable que, al igual que su padre, buscará la manera de castigarla.

Ya estaba tan acostumbrada a eso que, no esperaba menos de su parte. Aún así, por lo menos esa vez, habría válido la pena, pues por lo menos se dio el placer de disfrutar de aquella salida.

No supo con exactitud cuanto tiempo permaneció ahí sentada, pero si que, noto cuando ya todo estaba a oscuras y muchas tiendas comenzaban a cerrar sus puertas y la plaza a quedarse desolada.

Eso fue el indicio de que, había llegado la hora de volver a la prisión de la que, era cautiva.

***

El sonido de la puerta al abrirse y cerrarse, la hicieron saber a Sebas de que, su esposa había vuelto.

Se volteo hasta quedar de frente a ella. Tenía una expresión preocupada producto de que, no había sabido de Ablisbeth en mucho tiempo.

- ¡Gracias a Dios que, volviste! - suspiro aliviado.

Y ella se sorprendió al escucharlo. Habia esperado su enfado, gritos e insultos por su parte y nada de eso era lo que, le dio él.

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