Capítulo 2

Después de tomar el desayuno, Sebas y Ablisbeth se alistaron y salieron rumbo al aeropuerto de modo de arribar el avión que los llevaría a su luna de miel.

Su destino, era París, la ciudad del amor.

Algo que, no iba a la par con el tipo de unión matrimonial que ellos tenían.

Se habían casado por asuntos de negocios. ¡Por Dios! ¿A quién se le ocurría mandarlos a semejante lugar? Porque, aquella boda y todo lo relacionado con ella, se organizó y trató de manera comercial.

A Ablisbeth, nadie ni siquiera le pregunto, de qué color quería la decoración de la celebración de bodas, que tipo de rosas o música prefería, si le gustaba más el vino o el champán, qué sabía y qué no bailar.

Claro que, siendo como se dieron las cosas, tampoco es que le interesara mucho nada de eso. Es más, en el fondo, hasta agradeció no ser considerada para esta, ni verse obligada a participar en ningún detalle de aquel evento.

Lo único que si le hubiera gustado, es que no la mandarán de luna de miel ese sitio, pensó.

- ¿Sucede algo? - indagó Sebastián, sonriente, como siempre, a su costado.

Ella se volvió a mirarlo sin mucho ánimo.

- ¿De qué?

- No lo sé. — se encogió este de hombros - Es que, tienes la expresión de encontrarte en un funeral en vez de estar recién casada.

Ablisbeth arqueó las cejas y lo miró interrogativa.

- No entiendo. ¿Pretendes que esté emocionada y sonriendo cuando los dos sabemos que esto, no es producto de una relación lleno amor, sino al contrario de un mero negocio de nuestros padres?

- Bueno, no es tan malo después de todo. No te han casado con un viejo repugnante, tampoco con alguien que no te respete como mereces, y además vamos a ir a París, Francia. Conocer un lugar nuevo, siempre es bueno, ¿No crees?

Ella lo observó anonadada por sus palabras.

¿Cómo es que una persona podía ser tan optimista al respecto?

¡Cielo Santo! Lo habían obligado a casarse, ha cambiar su vida y hacer lo que, otros querían por el bienestar económico y comercial de su familia.

No era posible que, nada de eso, le importara, y que anduviera en la vida como si tal cosa no le afectara.

- No entiendo tu capacidad de estar tan tranquilo y alegre. ¿Qué acaso no te molesta lo que nos hicieron?

- A ti, ¿Sí? - le devolvió él restándole importancia.

Aunque la realidad era que, le estaba comenzando a afectar aquello.

No el que, se hubiera tenido que casar con ella, pues ese, siempre fue su mayor sueño e ilusión. Pero si, el hecho de que su esposa, pareciera estarlo, pasando tan mal.

Fue por eso que, se atrevió a preguntar:

- ¿Tan desagradable te resulto?

Ablisbeth lo observó más sorprendida aún por su pregunta.

¿A qué venía eso ahora? ¿Qué podía importarle a él lo que ella sintiera o pensara?

- Esto no se trata de eso. — le refutó - Aquí el punto no es si me agradas o no.

- ¿Ah, no?

- No.

- Entonces, ¿De qué?

- ¡Qué pregunta la tuya! ¿Acaso eres feliz con lo que nos hicieron?

Una vez más, él se encogió de hombros, tal y como tenía por costumbre hacer ya.

- No es parra tanto.

Quizás para él no, supuso ella.

Pues él, no debía vivir con el miedo y la angustia de que, alguien se le metiera en la cama una de esas noches, y comenzara a hacerle cosas que no le agradarían para nada ni le harían sentir bien. Al contrario, resquebrajaría su ya agrietado corazón un poco más.

- No tiene caso que, sigamos con esta conversación. Por lo que estoy viendo, tú y yo tenemos puntos de vista muy diferentes.

Sebas, esbozó una sonrisa que, no llego al alma ni a los ojos. Ella lo noto, puesto que, estos no se iluminaron como siempre.

Y es que, el corazón de él, dolía de solo creer que, su amada y adorada Ablisbeth, no soportara el estar unida en matrimonio y compartir su tiempo con él.

Mientras que él, se sentía el hombre más feliz y dichoso del mundo.

***

- ¡¿Cómo qué se casó?! - exclamo Stephanie, una hermosa peli roja de ojos esmeraldas y cabello ondulado.

- Así es. ¿No lo supiste?

Ella negó con la cabeza y expresión triste.

Incluso, una lágrima asomó por sus bellos ojos.

- Jamás me dijo que lo haría. ¿Con quién?

- Con esa misteriosa y creída amiga suya. Esa que, no socializaba con nadie.

- ¿Ablisbeth? - preguntó sorprendida.

Ella, ni siquiera, tenía idea de que él, hubiera estado interesada en esta.

¿Desde cuándo?

- Esa mismita. ¡Un bombón como él! - exclamó su amigo con exageración - ¿Por qué no se fijó en mí? Yo le hubiera dado todo lo que él quisiera chica. — hizo ademán con su mano.

Y Stephanie sabía que era así, porque a sí misma también le ocurría eso.

Desde que vio a Sebastián Qaisar por primera vez en su vida, había quedado fascinada con él. Tanto que decidió que sería para ella.

Claro que, jamás contó con que él, fuera a enamorarse de la rara esa de Lennox.

Esta era tan retraída, tan apática que, no se explicaba que rayos pudo haber visto semejante hombre en alguien como ella.

- ¿Me lo dices a mí?

Este río con malicia.

- Tú lo querías para ti, ¿Eh? Aún recuerdo que, se te iban los ojos tras de él.

- ¿Y cómo no? Si tú mismo has visto lo maravilloso que es. Y no me refiero solo a ese físico que enloquece, sino también a su forma de ser tan alegre, llena de vida y positivismo. Con Sebas, todo era posible.

- Bueno, pues ahora tienes tu primer imposible con él. Sé en matrimonio con otra querida. Lo cual significa que, ya no hay espacio para ti.

Stephanie hizo un puchero y mueca triste con su boca, igual que, lo haría una niña.

Se sentía tan frustrada e impotente al saberlo con otra.

- Aún no puedo creerlo. Pero, ¿Qué pudo haber visto en ella que no vio en mí?

- No lo sé querida. Porque tú, eres toda una diosa de la belleza femenina.

También lo consideraba así. Aunque ahora, con ese fracaso que tenía, no podía sentirse tan segura de eso.

- ¿Qué se supone que haga? ¿Resignarme a haberlo perdido? - dijo haciendo pucheros.

- Bueno, cualquiera en tu lugar lo haría. Y aceptaría la propuesta de Daniel a tener una relación.

La peli roja hizo una mueca de asco y rechazo—

— ¿Cómo se te ocurre? - expresó.

- Aún, no entiendo qué es lo que no te gusta de él. Es joven, apuesto y tiene la cartera llena.

- Podrá ser todo eso que tú dices, pero también es un abusivo que, le encanta maltratar mujeres. Olvidas a su ex.

- A esta niña, ¿La rubia?

Stephanie asintió.

- No lo sé. Esa chica nunca me ha parecido confiable. ¿Si será cierto que él la golpeaba?

- Pues a mi punto de vista, Daniel no es precisamente un hombre de fiar.

- ¿Y eso te lo dice tu instinto femenino?

- Bien sabes que, el instinto de una mujer nunca falla.

- Bueno, pues si no es Sebas, quien obviamente se encuentra descartado por su boda, y no es Daniel, porque no es de tu agrado, ve pensando y buscando quién querida. No te vayas a quedar para vestir santos.

La chica sonrió momentáneamente.

Por supuesto que no, no se iba a quedar sola en la vida cuidando gatos.

Solo que, el único hombre que le interesaba y le hacía sentir viva, se había casado con la rara de su grupo.

Aunque, pudiera ser que ese, no fuera el fin de todo.

Ese matrimonio, así de imprevisto, sin un noviazgo ni nada, porque hasta donde ella sabía no lo fueron, era bien raro.

Debía averiguar exactamente las razones que los motivaron a unir sus vidas. Y luego de ello, tomaría una decisión al respecto, de sí renunciar al hombre de sus sueños o no.

- ¿Sabes cuál es el destino de la luna de miel de Sebastián y su esposa? - indagó.

Y su amigo, quien tenía los mismos gustos sexuales que, ella, la observó con recelo y curiosidad.

- ¿En qué estás pensando?

- ¿Lo sabes o no?

- Escuche algo de París. Así que, supongo que, estando como lo están de recién casados, se fueron allí. Después de todo, por algo es la ciudad del amor, ¿No?

Stephanie sonrió con algo de malicia.

- Pues entonces, vayamos a París.

***

- Últimamente, estás tan ocupada que, ni me prestas atención. — se quedó Darío.

Vanesa rodó los ojos al tiempo que alzaba el rostro a mirarle.

- Sabes cuan importante es para mí este proyecto. Lo mínimo que espero de tu parte es que, me apoyes, de la misma manera que yo hago contigo.

- Pero es que, yo jamás te he hecho a un lado ni he dejado de darte tu lugar por mi trabajo. — se quejó.

Y Vanesa, tenía que reconocer que él estaba en lo cierto.

Sin embargo, no tenía derecho a reprochárselo, después de todo, ella no quería iniciar una relación ni con él ni con nadie debido a que se encontraba centrada en su trabajo. Pero lo hizo por su insistencia y la promesa que le hizo de no entorpecer su carrera profesional.

- Te recuerdo que, yo no quería una relación.

- ¿Me vas a salir con eso ahora? - le increpó Darío ofendido - ¿Qué los meses que hemos estado juntos no han significado nada para ti? ¿No has llegado a amarme ni siquiera un poco?

- ¡Por favor! No me salgas con esos dramas ahorita. Bien, sabes que te quiero y te tengo cariño.

- Eso no es amor.

- Pues es lo que tengo. Tendrás que conformarte si quieres que continuemos juntos. Y aceptar que mi carrera y mi trabajo, ocupan un lugar importante en mi vida. Ahora que, si no puedes con eso, mejor ahí la dejamos. — le dijo ella.

Él, no se podía creer al punto al cual habían llegado.

Se suponía que, lo que tenían era una relación de dos. Y, sin embargo, se sentía solo luchando porque eso funcionará.

Vanesa, no le ponía ni poco de empeño. Tampoco, le demostraba el amor ni le daba la atención que se suponía, debía de sentir y expresar de manera natural.

En realidad, él tenía la sensación de estar solo en eso. Y era algo que, aun cuando intentaba que no le afectará, ya comenzaba a hacerlo.

Le dolía ver que, para ella, no era tan relevante como en el caso de su trabajo.

Este último, tenía toda su atención, su tiempo.

Y lo peor, es que ella no tenía reparos en hacérselo saber, así como tampoco los tuvo en ese momento, cuando se lavaba las manos como Poncio Pilato, en el instante en que entrego a Jesús.

Claro, así ella podía decir más adelante y a todo aquel que le increpara que, había sido él, quien terminó su relación, dejándolo quedar como el malo de la historia.

Pero no sé lo permitiría. No dejaría que volteara las cosas a su favor y en contra de él.

- ¿Sabes? Has lo que creas conveniente. — le dijo.

Y dándose la vuelta, salió de su despacho, bajo la atenta y sorprendida mirada de su novia, quien abrió la boca en una expresión de asombro.

Pero, ¿Qué demonios había sido eso? ¿Qué diablos pasaba con Darío? ¿Qué se suponía que quería decir con eso de «has lo que creas conveniente»? Al final, ¿Seguían manteniendo una relación o no?

Se sentía tan frustrada por su poco hablar.

***

- Señor Qaisar, el abogado ha traído esto para usted. Dice que son los papeles de contrato de la asociación de ambas empresas.

El hombre asintió, tomándolos entre sus manos.

Había exigido que, en cuanto estos estuvieran listos, lo llevarán a sus oficinas para echarle una mirada y estudiarlos, pies no se fiaba del todo de Thomas Wright ni de su hija.

Esa jovencita, en especial, le parecía un auténtico peligro.

Siempre había sido una muchacha bastante rara, poco sociable con otros, misteriosa, mimada y caprichosa. Y nunca, en todos los años que llevaba de frecuentar a los Wright, por motivos de negocio, ella mostró simpatía por su hijo.

De hecho, se podía decir que esa niñita, sentía desprecio y rechazo por él y Sebastián. Por eso era que, el que aceptara y permitiera que su padre la obligara a casarse con este último, no le parecía del todo confiable.

Quien sabía que habían planeado esos dos. Quizás, asesinarlos a él y a su hijo para poder quedarse con todo, una vez que ambas compañías, fueran una sólida.

Pero si era así, se llevarían una gran sorpresa, pensó abriendo los papeles y comenzando a leerlos, pues ese, había sido prácticamente su plan, deshacerse del padre y doblegar a la hija.

- ¿Ha hecho algún comentario el abogado?

Su secretaria negó con la cabeza.

- Solo que, todo parecía estar en orden.

Asintió aceptando aquello.

Realmente esperaba que, así fuera.

Sin embargo, dado que no se podía confiar ni en la misma sombra de uno, no se limitaría a aceptar lo que decía su abogado.

Leería el mismo, compararía la opinión de este con otro estudiado de la ley, y cuando se sintiera del todo seguro, entonces, firmaría aquel contrato.

***

- Señor. — dijo la secretaría colocando una taza de café frente a su jefe.

- Samantha, dime. ¿Has comprobado, ya que, mi hija y su marido, tomarán el avión con destino a Francia?

Esta asintió en señal de respuesta.

- Lo hicieron en unas cuantas horas, estarán aterrizando en territorio francés.

- Perfecto. Ahora, ¿Sabes, sí, han llevado a Qaisar, una copia de este documento?

- ¿Del contrato? Si señor. El abogado dijo que, dejo una copia a cada uno para que la revisaran y decidieran si estaban de acuerdo con lo ahí estipulado.

Thomas la miró con una sonrisa.

- Llévalo a mis abogados personales, que le echen un estudio profundo y verifiquen cada cláusula que ahí aparezca. No quiero sorpresas con los Qaisar. Todo, debe estar dividido a partes iguales.

- Como usted ordene, señor Wrigth.

Una vez que se quedó solo, este pensó en lo mucho que disfrutaría aquella fusión.

Ahora, se convertiría en el hombre más poderoso del mundo, sobre todo, cuando Ablisbeth, le diera un hijo y un heredero a Sebastián Qaisar, el heredero universal de esa familia.

Claro que, tendría que enseñar a la tonta de su hija, a usar esos encantos que tenía para atraer al chico y volverlo loco por ella. Pues un hombre enamorado, era un hombre que hacía lo que fuera por la mujer que amaba, todo lo que esta le pidiera.

Para entonces, por supuesto, el padre del muchacho, ya no debería de estar entre los vivos, para que no representara ningún inconveniente para él.

Sonrió para sí, pensando en su futuro y lo maravilloso que este sería.

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