Al enterarse de que Estrella había estado ociosa en casa últimamente, Rosalía, al no tener nada que hacer en la empresa, decidió visitarla. A pesar de conocer los eventos en la preparatoria, al ver que Estrella estaba radiante y aparentemente sin verse afectada, Rosalía se sintió muy aliviada.
También le trajo a Estrella pasteles recién elaborados por el chef de la antigua mansión. Con un aroma fresca y dulce pero no empalagosa, eran del gusto que Estrella apreciaba. Al escuchar que Rosalía vendría, Estrella esperó con ansias en la puerta.
Al ver a Rosalía acercarse con una caja de comida, Estrella preguntó: —Abuela, ¿por qué trajiste algo?
Rosalía respondió con una noble sonrisa: —Solo es algo muy pequeño, pensé que te gustaría.
Estrella tomó con ternura el brazo de Rosalía y dijo: —Lo que la abuela trae, seguro que me gusta.
Rosalía tocó la punta de la nariz de Estrella y dijo: —Mientras te guste, está bien. Temo que no te guste.
Ambas entraron y se sentaron en el sofá, y