Después de mirarla, el anciano agitó la tarjeta en su mano sin pensarlo.
—Está bien, en realidad no hice gran cosa. Además, mi familia no tiene dinero, los gastos médicos deben correr por su cuenta —el anciano se alejó después de eso.
Los evitaba como si fueran la peste.
—Señor, espere, señor —Javier lo llamó.
Cuando llegó al pasillo, el viejo ya se había alejado más allá de las escaleras. Javier no pudo hacer nada. Este anciano no sabía que esta tarjeta era algo por lo que mucha gente de la Ciudad Norte mataría por conseguir.
Se dirigió a la habitación le dijo a Claus:
—No lo he alcanzado.
Claus dejó de lado las tarjetas de presentación.
—No pasa nada, es normal que desconfíe de nosotros después de lo que pasó, no quiere meterse en problemas. Olvídate de eso, incluso si no quiere la tarjeta, ya encontraré la manera de pagarle por su ayuda en su momento.
El acto de salvar una vida era algo que no podía ignorar. Este anciano claramente desconfiaba de los demás y aún así los salvó a a