CAPÍTULO 8. Una buena mercancía
CAPÍTULO 8. Una buena mercancía
—¡Dímelo! —La orden llegó junto a esa mano que sujetaba su nuca y la obligaba a mirarlo a los ojos, desafiante, mientras él estaba seguro de que nadie había traicionado tanto a aquella mujer como su cuerpo en aquel momento—. ¡Di otra vez que no eres mía!
Y Athena abrió la boca para replicar, pero antes de que pudiera articular una sola palabra, sintió aquella invasión que la rompía con un solo movimiento, uno que hizo a Cassian hundirse en ella hasta el fondo con un empujón brutal que le arrancó un grito.
El dolor y el placer se mezclaron en una ola abrasadora, mientras su sexo latía desesperado y se contraía alrededor de él con espasmos devastadores.
—¡Dios! —jadeó y sus uñas se clavaron en los hombros de Cassian mientras intentaba encontrar algo a qué aferrarse.
Lo escuchó gruñir y no le importó. Si tenía que doler les dolería a los dos. Pero al parecer a él no le importaba ni eso ni nada más.
Cassian no le dio tiempo a adaptarse. Se retiró casi por c