—No te dejaré pensar en nada más— Damián dijo eso, inclinó la cabeza y hundió sus labios en los de ella.
Sus labios se tocaron suavemente y se hundieron profundamente.
Avery cerró los ojos ante la dulce sensación entre sus labios entreabiertos.
A medida que las respiraciones del otro se entrelazaban, el beso se hizo más intenso.
Damián la besó, acariciándola cariñosamente. Las yemas de los dedos que tocaban cada lugar se movían suavemente, lo que aumentaba la sensación de vértigo.
Avery, cuyo rostro fue recordado, dejó escapar un dulce suspiro.
Damián apretó sus labios contra la blanca nuca de ella. Dondequiera que sus labios se rozaban, una fiebre florecía y se tallaban marcas rojas.
Su respiración se hizo corta.
A medida que aumentaba la temperatura de su cuerpo, la atmósfera en el dormitorio se calentaba rápidamente. Damián la levantó, la acostó en la cama y comenzó a desabrocharle la camisa.
Su camisa de ritmo rápido revelaba la parte superior de su cuerpo tonificado.
Dami